jueves, 28 de enero de 2010

Seis Treinta


Hoy amanecí demasiado temprano. A las 6.30 horas para ser más exacto.

Desconozco los motivos de esta imprudencia. Pero algo llevó a movilizarme de la cama, abrir los ojos y ponerme frente a la vida. Bien despierto.

Esto ocurre en pocas circunstancias. De manera que yo sé, muy bien sé, que sería inútil cerrar los ojos. Porque no hay nada de sueño y algo extraño me mira y me dice…

Ahora, bien despierto.

Es así, lo vivo y lo siento.

Ahora, bien despierto!

Así que me resigno con alegría. Porque disfrutar la mañana es siempre una bendición.

Si pudiera -siempre pienso- cada día a las seis estaría en pie frente a la vida.

El aire es más puro, el silencio tiene mayor presencia, y percibo el beneficio de la quietud que lo abarca todo, y que más tarde o más temprano despabila.

Porque cuando todos despiertan, la quietud se vuelve bullicio y el mundo ya no nos pertenece.

Hoy es madrugada y la vida no puede ser más linda a las seis treinta de la mañana.
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