Piedrita de Domingo
Tres vueltas corriendo y después una breve caminata. Agarré una ramita bastante larga y de pronto encontré una piedrita. Aquí empieza la historia.
Llevaba la rama en la mano derecha. Una perra me acompañaba por detrás. Y mi vista clavada en la piedrita.
Uno, dos, tres pasos.
Pum, con la derecha.
Cuatro, cinco…
Pum, con la derecha.
La vista en la piedrita y yo con la derecha. Rítmicamente, al unísono.
Pum, con la derecha.
De pronto pensé que podría darle con la izquierda. Que la perrita me acompañaría igual y que sólo sería cuestión de preservar el ritmo con la vista clavada en la piedra.
Antes de pensar más, sonreí.
Pum, con la izquierda.
Y así fui, nuevamente rítmicamente.
Pum, con la izquierda.
Paso, paso, paso.
Izquierda.
Paso, paso, paso.
Izquierda.
Recorrí el parque unos doscientos o trecientos metros. Hasta que se me ocurrió poner fin a este cuento.
No sin antes hacer unos metros de intercalado. Tenía que darle una con izquierda y una con derecha.
Eso también fue rítmico, y estuvo bien logrado.
Caminé pausado unos cuantos metros más…
Hasta que me frené de golpe y agarré la piedra. La perra se detuvo y me observó alerta. Así que medí la distancia hasta una columna verde. Y pensé que darle desde lejos liberaría tensiones.
Tomé aire, apunté…
Pero pasó a un metro.
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jaa, estuve atento hasta el final, muy divertido.
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