sábado, 29 de junio de 2019

La contribución


Mi sobrino Felipe cuenta que su amigo Alvarito ha quedado seleccionado y va a ir a jugar a Boca. Dice que no se la cree, que juega muy bien y que ha quedado elegido en las pruebas que hacen los clubes importantes para reclutar jugadores del interior.

-¿Juega muy bien? -pregunto.

-Sí, es muy habilidoso.

-¿Y vos no quedaste?

Yo no quedé -confiesa, mientras se agarra el pelo con cara de resignación y aceptación por la derrota.

-Juega muy bien Alvarito -insiste- y no se la cree. Es como que no se genera expectativas. Quedó pero no se la cree, otro estaría re agrandado.

-No puedo creer -refunfuña mi hermana Carla-, jugar al fútbol qué contribución es, se pregunta mirándonos desafiante.

Estamos todos en la mesa familiar cuando mi hermana evidencia la intención de desencadenar y enseñarnos cómo son las cosas.

De qué se trata la vida.

-Pero todos queríamos quedar -cuenta Felipe.

-Ah no, no. No puedo creer. Jugar al fútbol, qué es eso? Patear una pelota, qué es eso, qué contribución es?

Mi madre, mi padre, mis otros sobrinos, mi hermana chiquita, Gastón, Flavia, miramos sin chistar, mientras mi hermana se mueve alborotada gruñendo entre palabras.

-Yo quiero que mis hijas hagan una contribución -anuncia- jugar al fútbol, eso qué es, es una boludez, una pavada, establece mientras se atropella de palabras para determinar que ella está en lo cierto y quienes la escuchamos con cierta extrañeza estamos equivocados, somos unos pobres estúpidos que no podemos disentir de su filosofía incuestionable. Y no atinamos a abrir la boca, con el único propósito íntimo e indeclinable, de morigerar su desencadenamiento que exige impedir cualquier discordancia.

Carla camina de un lado para el otro, nos mira endiablada y arremete sin condolencias, firme en una postura innegociable contra cualquier disidencia.

La observamos sin abrir la boca, hasta que se produce un silencio.

-Pero el fútbol lo es todo -provoca mi hermano Facundo-. La vida es el fútbol, sintetiza.

Mi sobrino mira, como confirmando la certeza.

-Ah, no. No lo puedo creer. ¿El fútbol? Jaaaa. Mis hijas espero que hagan una contribución mayor que yo. Que sean científicas o aporten algo.

-Mucho no necesitan -digo sembrando cizaña con una sonrisa que certifica que es un chiste.

Mi hermana frena de golpe, detiene sus brazos alborotados, se ríe y dice que hay que inventar una vacuna o algo. Que espera que sus hijas no jueguen al fútbol y hagan una contribución mayor.

Mi sobrino Felipe resiste el embate de la locura, mira desconcertado ante la exaltación de mi hermana. Pero como es más inteligente que todos solo la observa, sonríe, se encoge los hombros como declarándose inocente de culpa y cargo, me mira con complicidad.

Y no dice nada.


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