Gays
Es domingo, son las siete de la mañana, abro la persiana y miro el mar. Es otro día disfrutable, pienso mientras veo que el tiempo está horrible. Hay nubes por todos lados y se percibe un viento innegociable. Por eso vuelvo donde no me debería ir.
A la cama.
Busco el iPad mientras Flavia va a la cocina a preparar los mates y a buscar lo que no debe faltar.
Los chocolates.
Miro los portales de noticias, twitter y unas webs que siguen comportamientos de los mercados. Nada raro, apenas alguna noticia que me inquieta porque advierto que la decisión política en vez de disciplinar la extorsión la premia, y con esa actitud contribuye a fomentarla, propiciando así las condiciones fundacionales de la decadencia en la que vivimos los argentinos.
Después no nos quejemos, pienso mientras advierto que si sigo en esa línea voy camino a convertirme en un viejo rezongón. Destino que debo eludir por conveniencia propia y ajena.
Flavia se mete en la cama, acomoda la bandeja y me da un mate.
Lo agarro con un chocolatito y busco un programa de cámaras que me sirve esencialmente para trabajar en gestión.
-Ayer tuve una reunión en la oficina, por ahí estaría bueno verla para tener feedback -sugiero entusiasmado, como si la invitase a ir de viaje a EE.UU.
-Podemos ver el comportamiento gestual para discernir sobre la efectividadad, ¿te parece?
Flavia me mira como si sospechase que no es el plan perfecto, mientras doy play y me veo en el lugar.
No digo nada por unos momentos pero creo haber advertido todo. Es por eso que de repente no puedo contener lo que pienso.
-Parezco un maricón -digo indignado.
-Mirá, mirá, me muevo mucho. Muevo los brazos demasiado.
-No Juan, es porque te sentís cómodo.
-Pero fijate, voy de un lado al otro y parezco afeminado. Si yo veo a uno así pienso que es gay.
-Eso es porque sos flaquito y rubiecito.
-Tengo que mostrarme más sólido, más asentado. Menos movimientos de brazos, y menos protagonismo. Parece un soliloquio ante los otros.
-Eso sí, pero sos así. Igual son tus amigos de Buenos Aires, fijate que son todos así y ninguno es gay. Son hombres educados, finos.
Hablamos de mis amigos y advertimos que son así. Que es cierto lo que comenta Flavia. Van a yoga, al psicólogo, comen sano…
-Y no son gays -remato.
-No.
Igual los gays en general son divinos, comento. Le menciono a algunos amigos y concordamos sobre ellos. Gente buena, sana, amorosa.
-Yo hincho por los gays -digo.
Le comento que los gays son más valientes que los machos. Que en esta sociedad aún es difícil para los gays decir que son gays. Y que seguramente eso se debe a que los machos son gays reprimidos, que no toleran las elecciones personales y por eso se fastidian ante cualquier elección sexual que en sus intimidades anhelan consciente o inconscientemente, pero en sus superficialidades detestan y rechazan.
-Es una hipótesis, Flavia. Pero creo que es así, ¿no?
-Es posible, quién sabe.
-Miralo al tío y a papá -digo.
Flavia se ríe pero no acota nada.
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