miércoles, 1 de mayo de 2019

Vicisitudes del Rey


El rey no cesa, se manifiesta primero y se impone sin miramientos después.

Insinúa un breve quejido vaya a saber uno por qué y se mantiene firme e inalterable en la posición.

Eso quiere decir que al breve quejido inicial que parecería insignificante, lo sigue con otro quejido de mayor intensidad, luego otro aún mayor.

Y otro más.

Así sucesivamente.

El quejido principiante y de apariencia amoroso que parecería ser una molestia menor que reclama mimos o amor, muta poco a poco hasta trastornarse en un grito alocado, perturbador y endiablado que lo lleva a retorcerse en la cuna y ensordece a cualquiera que pueda estar cerca.

Si bien uno suele reaccionar en el momento inicial para aportar la efectiva asistencia que requiere el rey, muchas veces embrollado en cuestiones urgentes, no obra con la celeridad debida y produce así las consecuencias de la turbación y exigencias irrenunciables.

Cuando uno advierte la situación del bebé que grita como loco sale corriendo hacia la cuna y lo levanta urgente con los brazos.

El rey no para los sollozos de inmediato, frunce el ceño, deja ver las lágrimas en su rostro y mira feo.

Muy feo.

Como diciendo que solo por esta vez pasa.

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