El hombre inseguro
Hace un tiempo que observo al hombre inseguro, lo cual posibilita vislumbrar sus comportamientos, motivaciones y vicisitudes que le impregnan su carácter.
Se podría presumir que la inseguridad no es una elección sino que es de algún modo una imposición que lo toma y quizás le impone el desafío de dejarla.
Si es que hace algún trabajo personal consigo mismo y se posibilita resolver ese abandono.
No es fácil.
Supongo.
Porque si el ser inseguro lleva años tomado por su inseguridad, esa inseguridad está como arraigada, adosada. Y lo acompaña en sus circunstancias.
Quizás como rasgo distintivo el hombre inseguro sobrelleva el mandato de tener que ser más que el otro.
En los aspectos que fueran.
Preso de esa farsa insostenible, se tropieza con la realidad que lo educa una y otra vez. Y si bien lo aflige, puede no movilizarlo lo suficiente como para que lo impulse a abandonar su irrenunciable ánimo comparativo.
Al no aceptar que siempre otro lo supera en el aspecto que fuera, el hombre inseguro sufre los reveses de la realidad y se mantiene en ánimo de lucha para acortar las distancias que le marcan sus falencias.
El hombre inseguro quiere y necesita ser más que todo el mundo en los vericuetos que fueran.
Quizás por eso en algún aspecto su vida es presumiblemente desgastante, trabajosa y le imprime la posibilidad del extravío, que lo incita a mirar al otro en vez de perseguir su camino.
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