Que lo sepan
Cada vez parece más infrecuente encontrar gente que opine diferente a su mandamás. Esa infrecuencia se acentúa cuando el mandamás es más inseguro y consciente o inconscientemente fomenta la necesidad de tener razón a toda costa, impulsado por el genuino y fallido deseo de creer que está siempre en lo cierto y que su apreciación de las circunstancias que fueran son las más acertadas y convenientes.
Error.
Nunca un mandamás por más genio que sea puede tener siempre la mejor idea, la conceptualización superior e infalible, que indique siempre la mejor decisión.
Si así piensa se precarizaría él y sus colaboradores, que si se disciplinan incondicionalmente a sus dichos relegando su sentido crítico y dándole siempre la razón, transmutan de colaboradores a obsecuentes.
Feo.
Y también esa sumisión indigna propia del espíritu pusilánime es inconveniente, porque en vez de ayudar al jefe inseguro que tiene por intención tener razón, lo sitúan en su posición de precariedad y desfavorecen la posibilidad de enriquecerlo con sus apreciaciones eventualmente disidentes que contribuirían a la reflexión y por ende a la posibilidad de tomar decisiones de mayor calidad en beneficio de los objetivos que fueran.
Por eso la gente más desarrollada fomenta el sentido crítico, asume que siempre puede estar equivocada y alienta la disidencia para favorecer la reflexión y la posibilidad de tomar decisiones de mayor calidad.
Esto ocurre en el sector privado y en el sector público.
Y esto tiene importantes consecuencias.
Que lo sepa el mandamás y también sus colaboradores.
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