Realidad contrariada
Hace tiempo que leo a un escritor reconocido que se ha transformado en un hombre atravesado, ceñudo, que combate sin descanso contra una realidad decadente en los más disímiles aspectos y que a fuerza de escribir, cada tanto la doblega.
Lo leo porque en general, por no decir siempre, tiene razón y hace notar los desbarajustes que el mundo en forma sistemática e indeclinable manifiesta sin titubeos ni inhibición.
El escritor dice por ejemplo que se han transfigurado obras de teatro de Shakespeare produciendo verdaderas alteraciones conceptuales y manifestando ridículos insalvables, por no decir descarados, que evidencian notables despropósitos para cualquier persona que haya conocido las obras originales y se encuentre con tales mamarrachos.
Y ese es un detalle minúsculo entre cuestiones más diversas y al parecer inabarcables que fundamentan con elocuencia y claridad el retroceso de la sociedad incluso en países que uno podría pensar que son avanzados, pero a fuerza de los reiterados deslices que este hombre hace saber bien podríamos dudar de esos desarrollos en un sinnúmero de cuestiones.
Como el hombre sabe muy bien lo que dice y fundamenta su posición con la racionalidad debida, propia de su notable capacidad de abstracción, suena lo suficientemente convincente como para que cualquier lector no tenga dudas de que tiene razón.
Y este escritor que exhibe las penurias del viejo continente expresadas por los comportamientos de sus conciudadanos, seguramente tiene razón.
Si bien sus escritos no deben cambiar el mundo hace muy bien en ponerle punto a las íes, rezongar a viva voz, patear el hormiguero y denunciar la realidad en sus peores aspectos con la expectativa de que de algún modo se tome nota y se encause o se transfigure en la buena senda por el bien de todos.
Sepan ustedes y sepamos todos que el pasado en muchos aspectos fue mejor.
Mucho mejor.
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