Valores indeseados
Estoy cansado, abrumado, molesto.
Bien podría alistarme en el equipo de la queja y postularme para tener un rol protagónico.
Motivos no me faltan.
Paso a enumerar...
Bueno, mejor no paso a enumerar, podría correr el riesgo de darme la razón, alimentar la queja, maldecir las actitudes de algunos de mis semejantes y caer en el indeseado enojo que amarga nuestra existencia.
Eso sin mencionar o insinuar siquiera la posibilidad de facilitar el chusmerío por andar ventilando cuestiones propias de las vivencias que generarían, qué duda cabe, el interés irrefreneble de cualquier chismoso que rápido podría entusiasmarse con las vicisitudes que uno tontamente confiese en una suerte de acción quizás despreocupada, inocente, espontánea.
O vaya uno a saber.
Pero al parecer por las circunstancias que este ser humano ha transitado, o mejor dicho viene transitando desde hace un buen tiempo a esta parte, todo se ha degradado y los semejantes en vez de esforzarse por ascender a la virtud del hombre parecieran relajarse y dejarse caer en las bajezas del ser humano.
Esta percepción personal e intransferible, propia de una sola existencia, me inquietó primero y preocupó después.
Porque en verdad los vaticinios de esta tendencia en el futuro no son buenos.
Si la presumible decadencia del ser humano reflejada en la pérdida de valores elogiables no se detiene, todo irá para peor.
Mucho peor.
Y a pesar de que muchos queramos ser optimistas, al ver el proceder de nuestros semejantes debemos reconocer que la realidad no nos deja ilusionarnos.
La falta de interés por la virtud preocupa tanto como el ímpetu por la mediocridad, la irresponsabilidad y la dejadez.
La falta de interés por la virtud preocupa tanto como el ímpetu por la mediocridad, la irresponsabilidad y la dejadez.
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