martes, 16 de abril de 2019

El ser ofendido


La vida es muy corta para andar ofendido.

El ser ofendido desperdicia su tiempo estancado en un daño que supone ha tenido a consecuencia del comportamiento de otro ser que ha obrado por fuera de los márgenes de las expectativas que el ser ofendido impone para su conducta.

Con lo cual el ser ofendido tiene de alguna manera una pretensión abusiva porque quiere arrogarse el derecho de incidir en forma más o menos significativa sobre el proceder del otro.

Pretensión que supone un condicionamiento sobre el libre albedrío del susodicho, su legítima facultad de resolver sobre su conducta y la decisión indelegable de ejercer su libertad.

Valor supremo por el cual se erige como individuo personalísimo, construye su otredad y se presenta ante el mundo siendo quien quiere ser.

No quien los otros quieren que sea.

Motivo por el cual el ser ofendido debiera deponer su actitud o al menos permitirse el beneficio de la duda que le posibilite reflexionar sobre su condición de ofendido, la conveniencia de sostenerse atravesado ante la vida y mantenerse en un estado de ánimo que supone cierto enojo y exige en algún punto un resarcimiento o una recomposición de las conductas que dispararon su enojo.

Situación pretenciosa que como se ha expresado conlleva la abusiva intención de condicionar el comportamiento ajeno arrebatándole al sujeto que fuera motivo de despertar la ofensa su arbitrariedad en la resolución de su propia conducta.

La postura del ser ofendido puede extenderse a voluntad y hace notar que hay seres ofendidos más inteligentes que desisten con prontitud de su posición y otros más encaprichados que mantienen firme su postura con el propósito quizás de enfatizarla y generar incidencia futura en en quien ha cometido a su juicio el despropósito de ofenderlo.

El ser ofendido se juega por su actitud en procura de reparos y de condicionar comportamientos futuros de sus víctimas.

Puede no hablar, ejercer ciertas decisiones o conductas llamativas. Fruncir el ceño, mirar con enojo, aislarse, sostener cara de culo.

Al cabo de un tiempo el ser ofendido suele deponer las armas hasta quedar sujeto a una nueva ofensa que podría sentir en el futuro por considerar siempre que el otro ha procedido de tal manera que corresponde adoptar nuevamente la posición.

En esas instancias vuelve a la postura del ser ofendido, donde permanece más o menos tiempo.

Según su inteligencia.

Como se ha dicho.



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