De corrido
Hace años que no escribo de corrido. Escribo todo con puntos a parte. Impulsado quizás por ciertas ansias o por presumir que con ese truco el lector se entretiene más. Se le hace más llevadero e interesante el escrito. Y renueva las esperanzas en cada nuevo párrafo. Por eso escribir con párrafos recurrentes es quizás una opción considerable para adoptar en estos tiempos. Es cierto que uno salta y va avanzando como en brincos persistentes e innegociables. Pero eso alivia al lector que no se siente abrumado por párrafos extensos que pueden resultarle desalentadores. Porque el punto a parte es también como una posta, que sirve para que quien lee sienta que ha llegado, que es momento de celebrar, tomar aire, renovar las energías y continuar, para lograr el objetivo de avanzar y dilucidar los vericuetos del texto o sus pasajes disfrutables para concluir por fin con la sensación de haber logrado el propósito. De haber llegado hasta el final y percibir esa sensación extraña, silenciosa e intranferible de saber que se logró concluir la intención inicial. Y el texto se leyó hasta que terminó, en una suerte de extraño deber cumplido.
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