Los valientes
Creo que es mejor quedar en la historia por valiente que por cobarde.
No habría que decir más que eso que sería la idea central, pero hay que completar algunos párrafos como para sustentar lo que uno quiere decir y dejarlo de alguna manera debidamente fundado. Para que de ese modo ejerza una suerte de persuasión en algunos seres que se ven participando de ciertas circunstancias y la vida les reclama una actitud que esencialmente se reduce en actuar con cobardía o actuar con valentía.
Uno quiere alentar, motivar ciertos comportamientos que supone convenientes por el beneficio de todos. Pero es siempre el otro que decide porque no se puede desligar de su responsabilidad.
Con lo cual a uno, es decir a nosotros, en relación al otro no nos queda más que la actitud observativa, contemplativa y reflexiva.
O persuasiva.
Dado que el ser por supuesto se entromete en sus vicisitudes y hace lo que se le antoja.
Aún cuando sus procederes puedan afectar a un conjunto, porque puede ser el presidente de un consorcio, un club de barrio o de un país.
Con lo cual nos afecta desde nuestra cotidianidad en diferentes circunstancias a todos.
De ahí quizás que uno piensa que es mejor alentar al ser a obrar con valentía y no con cobardía, por lo menos si cree en la transformación positiva de las realidades que fueran.
Pequeñas o prominentes.
Y también si cree que la persona alentada tiene buenas intenciones. De lo contrario motivar al malo para que sea más malo no sería ningún negocio.
Salvo para los malos, que se benefician del negocio de la maldad.
Pero obviamente no voy a andar buscando precisiones de circunstancias diversas para señalar con el dedo a un ser y exhibir a todas luces la conveniencia de obrar como se debe, como la historia lo reconoce.
Basta mirar para atrás a las personas notables y descubrir que si tienen entre ellas un rasgo en común es precisamente haber actuado con la valentía que sus espíritus honraban en cada uno de sus actos.
Desde los más gloriosos personajes hasta los más repudiables puede advertirse ese aspecto indisimulable de las personalidades notorias.
Nos guste o no.
El resto son siempre pasatistas que quedan por su proceder mediocre o cobarde tarde o temprano en el olvido sin haber dejado el más mínimo rastro con el paso del tiempo.
Son los que pasan sin pena ni gloria.
Pero cualquiera puede advertir que hasta un presidente de un club de barrio jamás es olvidado si en su función obró con la valentía que exigían las circunstancias.
De los cobardes qué les voy a decir, si todos sabemos que no hacen historia.
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