miércoles, 13 de febrero de 2019

El ser alocado


No voy a hablar del ser alocado entrañable que puede tener salidas sanas y memorables, capaces de dejarlas en el recuerdo de todos.

Esos personajes notables transitan las situaciones más diversas y en esencia no le hacen mal a nadie.

Los peligrosos son los otros, los que insinúan cierta racionalidad para lograr sus propósitos pero están en verdad presos de su locura, que espera agazapada cualquier situación para pronunciarse sin restricciones.

Juro que lo he visto y no he dicho nada.

Si bien no cuento sobre mis cuestiones laborales o éxitos profesionales quizás por timidez, por humildad o por cobardía, debo decir que lo he visto en vivo y en directo. Y, sigiloso, me he mantenido distante y recluido en un senador silencio donde observé todo.

Aunque no me falta el ímpetu de intervenir en alguna cadena de mails con compañeros valiosos donde quisiera puntualizar algunos aspectos para poner en evidencia la locura ajena que viene a manifestarse y aparece en forma indeclinable ante la vista de todos.

He pensado en decir por ejemplo que ante los actos elocuentes que manifiesta tal persona dejando entrever sin miramientos rasgos de un ser alocado y border, es conveniente desistir de sus  ofrecimientos y esquivar en un golpe de timón decidido las posibilidades que se observan que empiezan a desplegar esos rasgos indeclinables hacia el futuro.

Produciendo presumibles consecuencias que sufriríamos indefectiblemente.

Por tal motivo y haciendo uso de mi opinión personalísima que no tiene por qué ser compartida por nadie, mi veredicto motivado por la salud de nuestra sana agrupación es finalizar la relación que ni siquiera se ha iniciado.

Punto final. 

La paz esté contigo.

He pensado enviarles un mail más o menos así y lo he escrito, pero al momento de apretar el botón, incitado quizás por la necesidad de evitarme problemas evitables ante la cotidianidad que me convoca, he desistido de apretar el botón enviar y quedarme expectante ante las respuestas que pueda ocasionar mi misiva frente a mis buenos compañeros.

El problema es que en la trastienda de nuestra cultura organizacional directiva se esconde un espíritu optimista y hasta negador de las circunstancias, que reacciona con enojo muchas veces ante la racionalidad y la evidencia.

Motivo por el cual no suele existir voluntad entre los intervinieres en levantar la mano para mostrar la elocuencia.

Es por esa razón que el ser alocado tiene chances de desplegar su locura iniciando algunos capítulos de una novela que se anuncia entretenida y memorable.

Mientras mis compañeros se dejen enredar en esas conductas y atisbos del ser alocado, la novela se hará cada día más atrapante.

Y el mundo llegará hasta donde la locura lo permita.




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