El Malandra
Yo quedé herido desde hace tiempo.
El malandra fue el responsable.
Desde entonces la secuela me acompaña y percibo su recurrente dolencia.
Pienso que no fue adrede que el malandra honró su propósito. Fue, sospecho, víctima de su propio cometido.
Sé muy bien que suena fuerte la palabra y es posible que no corresponda. Pero me permito ofrecerla a modo de justicia tardía.
Después de todo, el malandra no sabe que fue malandra. Y no tiene un único nombre y apellido.
Así que sin nadie que ofenderse bien vale escribir tranquilo. Poner los puntos a las ies y decir las cosas como son.
Con transparencia.
Si dobleces.
El malandra llegó a mi vida con sus voces en textos oscuros.
Yo tenía que leerlo para aprobar una materia, dos, tres. Así que asistí de prepo a su encuentro.
Un renglón, otro más. Párrafo.
Hoja, hoja…
No era claro lo que decía el tipo y su lógica exigía otra oportunidad, bajo el anhelo de encontrar un decir razonable.
Esa idea que se mostraba escurridiza, diría.
El malandra la insinuaba, contorneaba sobre ella. Giros por delante, giros por detrás.
Parecía que por fin la iba a ofrecer. Pero nunca la entregaba.
Los ojos impacientes buscaban al menos un vestigio de luz entre tanta oscuridad.
Que den cuenta que bien valieron los segundos, minutos, horas invertidas.
Malandra hijo de…
Vuelvo a verme en la lucha para descifrar algunos textos esquivos. Y malandra y la…
Las hojas pasaban mientras el malandra hacía de las suyas. Jugaba sin saberlo con mi anhelo por encontrar la verdad. Una síntesis, una idea.
Nada de nada.
La hipótesis del venturoso hallazgo se rendía con el trancurrir de las hojas y el tiempo.
Y lo difuso que sustentaban los textos, sólo servía para observar la trampa que ofrecía el malandra. Que terminaba por devorar el tiempo de lectores bien intencionados, rehenes de ciertos textos académicos.
Hoy sospecho que es posible que sea buen tipo el malandra. Tal vez fue preso de su propia confusión y entuerto.
Fue sin dudas un tipo intrincado, confundido.
No nos engañó a nosotros. Se engañó a si mismo.
Estaba enredado.
Desde entonces sospecho de las complejidades mal entendidas. Esas que se narran con extensiones pretenciosas y pasajes dificultosos. Que son en verdad un atentado al entendimiento.
Denuncio entonces la impostura de la confusión. No hay nada notable en ella.
Reniego del uso difuso del lenguaje, los textos escabrosos, demorados. Esos que hacen perder tiempo.
Esquivo el decir complicado.
Y encuentro la belleza de la simpleza.
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