La Ilusión
La ilusión llena los ojos de anhelo, de felicidad.
Acelera el corazón e imprime una sonrisa al alma.
Cuando menos uno lo espera puede sentirse inmerso en esa sensación silenciosa y reconfortante, que habilita la posibilidad y la anuncia como un hecho.
Lo contrario a la ilusión es tal vez la desesperanza, que vaticina que las expectativas fueron invalidadas y la realidad poco tendrá que ver con los auspiciosos augurios. Las imágenes que se sabían irrenunciables y caerán derruidas hasta aplastarte.
A veces bastan indicios de la realidad para invalidar el futuro. Derrocarlo sin miramientos y dejarnos inmersos en cierto desasosiego que nos invade el cuerpo, impulsa hacia la abstracción que procura la infructuosa elucidación y nos instala en el silencio más profundo, que persiste sin pronunciar palabras.
La ilusión, en cambio, nos hace caminar más a prisa. Valida el futuro con imágenes venturosas, que aguardan que la realidad se presente, con la alegría de quien espera corroborar la buena noticia.
Y es extraña la vida cuando puede percibirse como un péndulo, moviéndose de un lado al otro. Balanceándose…
Sobre la ilusión y sobre la desesperanza.
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