viernes, 28 de mayo de 2010

Una vida para Pérez



Algo que me molesta hace años es que Juan Pérez en cierto momento lance la pregunta desubicada.

Es una pregunta inoportuna, ajena al motivo del encuentro.

Pero es claro que a Juan Pérez no le importa. El contexto no va a desalentar su propósito.

Así que en el momento menos pensado bien se la rebusca. Levanta la mano de prepo e impone un camino que nunca quiero transitar.

Es el instante en el que lanza la pregunta.

Nada raro, pero es siempre una indagación inadecuada al motivo del encuentro. Que apunta directamente a la vida íntima de su víctima.

Vivís acá, vivís allás. Y tu novia dónde vive…

Siempre pienso que Juan Pérez debería estar preocupado en sus cosas, en su vida. En vez de entusiasmarse por la vida de los demás.

Pero me equivoco, es claro.

A fuerza de pruebas empíricas veo que debo renunciar a la hipótesis.

Es increíble la cantidad de Juan Pérez que andan dando vueltas.

Vaya a saber uno por qué razón Juan Pérez tiene vocación por el descubrimiento del otro. Por saber con la mayor precisión posible qué hace. Por qué va para aquí o sale para allá…

Es día de semana en Pringles, sobre la tardecita cae la noche y el silencio nos atrapa a todos.

Entonces termino la reunión con un amable Juan Perez. Quien tiene a bien levantarse y alejarse lentamente hacia la puerta. Cuando decide volverse sobre sus pasos para detenerse, mirarme y lanzarme la pregunta.

Lo ha hecho.

Las peras no tienen nada que ver con las manzanas. Y a Juan Pérez lo veo con suerte una vez al año en mi vida. Apenas sé cómo se llama.

Pero no importa. Mírenlo a Juan Pérez ahora, decidió detenerse sobre el marco de la puerta. Mirarme desde lejos y escrutarme.

No sé por qué pero pienso en cuánta gente vivió sin haber vivido. Completando los párrafos de una vida que no le pertenece.

Mientras él aguarda, paradito.

Yo miro a Juan Pérez desconcertado. Pienso que tiene una vida precaria. Que en verdad es un tipo aburrido e inseguro.

Creo que es un pobre tipo. Que lleva una vida mediocre y que la evidencia en este tipo de chusmeríos.

Chusma. Chusma. Pienso…

Sos uno más de los tipos que transcurren sin pena ni gloria.

Respira, respira.

Yo no quiero contestarle, y no quiero que me pregunte. Pero la realidad viene toda junta. Juan Pérez quiso reunirse conmigo por otros motivos. Y ahora yo lo tengo que ver ahí parado, mirándome. Esperando la revelación que le ilumine su incomprensión.

Entonces, pregunta. Y siento que me hago cargo de la vida que le falta.

Pero lo miro extrañado y algo contesto. Me sale una simple frase que aportará confusión.

Entonces Juan Pérez me mira como con las manos vacías.

Y yo empiezo a tipear obnubilado por la pantalla…

Tengo que escribir esto.
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