domingo, 23 de mayo de 2010

La Contradicción


En verdad no me preocupa la contradicción. En temas menores, claro.

Si la contradicción es abusiva entonces sí puede generarme inquietud.

Uno no puede andar rifando nombre y apellido en cuestiones mayores.

Los desencuentros son razonables en peculiaridades que no son notables. Si así no fuera, Pedro, Alberto o Raquel estarían en problemas. Porque todos conocemos muy bien a Pedro, Alberto o Raquel. Y nunca podrían haber cometido una contradicción abusiva que nuble su identidad hasta anularla.

En esas circunstancias sí, bien vale llevar las manos a la cabeza, abrir la boca y quedarse impávido. Unos instantes de silencio para tratar de comprender el despropósito.

Fue Pedro, fue Alberto, fue Mabel? Quién sabe.

Si bien podría aceptarse la reconfiguración del ser, hay una previsibilidad que hace a la existencia de cada uno.

Pero en cuestiones menores, cierta contradicción puede hasta resultar provocadora y estimulante.

O bien puede servir de poco.

Pero constituye de alguna manera un carácter que le es propio al decir, no sólo de la escritura, sino también de la oralidad.

De modo que cuando alguien dice una cosa y al tiempo otra, no hace más que exhibir esta naturaleza que le es propia al ser humano.

El que se horroriza de este tipo de disidencias, no debería preocuparse en demasía. Salvo que se observe con exigencia a sí mismo, rechace el supuesto de la naturaleza del ser, y registre todos sus dichos.
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