viernes, 10 de noviembre de 2023

El ofendido


O la ofendida.


Siempre me ha llamado la atención esta cuestión que es bueno problematizar.


¿Por qué se ofende alguien?


Por múltiples motivos, algunos razonables y otros menos razonables o directamente no razonables.


Ese es el primer discernimiento que convendría hacer.


A ver fulanito, ¿viste la cara de culo que tiene? ¿Es fundada? ¿Más o menos fundada? ¿O se atravesó injustamente?


Muy bien, este sería el primer paso.


¿Por qué?


Porque permite que la persona o las personas afectadas tomen una posición que consideren éticamente justa al respecto.


Si es que les interesa tomar una decisión razonada.


Es decir, supongamos que fulanito o menganito está ofendido con razones entendibles. Entonces si la contra parte tiene interés de preservar la buena relación puede asumir su genuina responsabilidad que generó la ofensa y repararla.


En ese caso el ofendido debe esforzase en exhibir de alguna manera su estado con el único propósito de que la contra parte tome debida nota y pueda proceder de tal manera que repare la ofensa.


Salvo que sea un ofendido acérrimo y nada ni nadie lo oersuada de abandonar su posición.


En ese caso queda embaucado en su condición de ofendido y no hay nada oue hacer.


Porque presumiblemente el ofendido encontró un goce en su posición de malestar o construyó una identidad que en algún aspecto le favorece.


Si por el contrario el ofendido tiene una disposición a salir de su estado o a creer en la inteligencia, sabrá administrar su compostura de acuerdo a la habilidad que tenga en los artes del ser ofendido.


Si es muy chapucero, quizás no habla más y eso es todo.


Mutismo para siempre.


Si domina estas artes quizás sabe moverse con una destreza que le permite no anular el vínculo y sobrellevar la relación.


Los ofendidos zonzos destruyen valor hasta anular el vínculo. Los inteligentes solo se pueden valer de esas insanas patrañas de asumirse ofendidos para lograr ciertos beneficios pero  pero no llegan a romper vínculos.


Salvo que tengan razón y valoren más la reparacion que la relación.


Pero la posición de ofendido es muchas veces una burda artimaña para marcar la cancha. Decir, hasta ahí, y desatenderse de la evolución del asunto con la intención de cerrarlo y evadirse del entuerto que sea.


Buen negocio.


En mi caso solo me hago una pregunta si me cruzo por la vida con una persona que se ofende.


Si su estado de ofendido es en algo razonable, me predispongo por supuesto a reparar cualquier desliz que haya motivado esa situación.


Pero esto la verdad no me ha ocurrido nunca.


Las pocas veces que alguien se ofendió fue por barullo propio que el ser ofendido supo pergeñar.


Y yo nunca fui responsable de ese cuento.


Con lo cual esas situaciones practicabente inexistentes no me generan la más mínima inquietud que merezca asignarle un solo minuto del tiempo. Solo lo escribo porque es un tema relevante de la cotidianeidad.


Únicamente el ofendido con razón es el que nos puede llevar a asumir la responsabilidad y hacernos cargo del asunto.


Si es que nos interesa obrar con bondad, justicia, y reguardar la relación.


De lo contrario el hombre ofendido podría quedarse sin hablarnos por en resto de nuestras vidas.


Y nosotros podríamos seguir viviendo felices sin su palabra y su presencia.



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