sábado, 2 de marzo de 2019

Los políticos


Llama la atención que aún tantos políticos no se hayan aggiornado al nuevo avivamiento colectivo y hablen aún como si fueran salvadores de todos. Con un ímpetu irrenunciable de erguirse como mesías que conocen en profundidad los problemas y tiene la capacidad para resolverlos. 

Sin la menor de las dudas.

Esa persistencia llama la atención porque la niega la evidencia. La realidad la sopapea sistemáticamente y no deja el más mínimo espacio para la duda.

El fracaso de los políticos es absoluto y apabullante. 

Es estruendoso. 

Lo puede percibir cualquiera que mire las cifras del Indec en términos históricos.

Y no existe ninguna persona de bien o ciudadano con sanas intenciones que quiera que el gobierno de turno logre magros o pésimos resultados. 

Salvo seres humanos torcidos y en apariencias desquiciados, desean el fracaso de quienes ocupan cargos públicos. Solo esas mentes retorcidas y extraviadas, pueden desear que las cosas anden mal y que los gobiernos fracasen.

Pero el club de los masoquistas que quieren hundirse en el barco que los lleva por suerte es minoritario y a pesar de que pueda ejercer sus injerencias no tiene mayor incidencia.

Quizás.

El tema con los políticos es que no están respetando el avivamiento colectivo y vuelven a caer en discursos como si fueran quienes van a salvarnos. Cuando la realidad demuestra a fuerza de evidencia que si a alguien salvaron, es a ellos mismos.

De ahí que persisten los privilegios de la casta y quizás de ahí también es que las beneficiosas condiciones de los políticos son tan tentadoras para muchísimas personas que están más interesadas en trabajar para sus bolsillos que para el bien común.

Disculpen, se me escapó.

Hay muchos políticos destacables, pero lamentablemente parecieran ser los menos.

Pasa que a veces uno se indigna y ve que se desprestigió una actividad tan sana y elogiable como era la política. Antes la llenaban de dignidad personas notables, de valores elogiables y formación destacable. Ahora está en manos muchas veces de personas mediocres, sin la más mínima formación y que encima obran con maldad, y hacen culto en discursos a la bravuconeada y a la agresión.

Como si fuera una virtud del ser humano, en vez de una manifestación de su mediocridad y degradación.

Se extrañan esos políticos de nivel, que uno escuchaba con atención, movilizaban el sano pensamiento y obraban impulsados por la fuerza de sus auténticas sanas convicciones.

Auténticas sanas convicciones.

Eso es lo que hay que recuperar en la clase política. La vocación por trabajar en verdad por el bien común.

Donde la única rosca que los motive, sea la solución de los problemas que afectan a todos.

La política se trata de eso, no de otra cosa.


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