miércoles, 20 de marzo de 2019

Nuevos enojos


Entre las cosas por las cuales uno escribe es para liberarse del enojo y zampárselo sin querer queriendo a los lectores desprevenidos que con buena intención han venido a hurguear a este blog en búsqueda vaya a saber uno de qué.

Tal vez de inspiración, de comprensión o del pretencioso avivamiento que siempre se insinúa pero persiste escabullido, como una utopía inalcanzable.

Uno lee para eso entre otras cosas.

¿No?

El enojo es toda una cuestión porque facilitarlo envenena el alma, amarga y agría los rostros de las personas más lindas, que tomadas por esa dimensión indeseable van frunciendo el seño, tensando sus rasgos, endiablando sus mentes y estructurando su cuerpo hasta adoptar la cara del amargado que revela en verdad esa procedencia íntima y persistente que el enojo ejerció, trabajando como un obrero inalcanzable desde el silencio hasta que terminó su obra.

Y deja al pobre ser de esa manera.

Con un rostro de mierda.

Dado estas citcunstancias que se me revelaron en un momento de presumible iluminación, me veo en el deber ético de sugerirles a ustedes la conveniencia de estar en guardia, atentos.

Expectantes.

Porque si se dejan persuadir por el enojo correrán un grave riesgo.

A mí se me ha fruncido el ceño.

Por eso estoy preocupado.



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