jueves, 7 de marzo de 2019

Unos contra otros


Es increíble que pase el tiempo y al parecer no se aprenda nada. Todo va para peor con intención y entusiasmo.

Proliferan los cocoritos que arremeten con lenguas filosas sobre sus virtuales oponentes con el único objetivo de destruirlos o humillarlos tanto como puedan.

Esa actitud pendenciera exalta a la tribuna que la aplaude e incita con beneplácito, lo que estimula a las personas que utilizan sus lenguas como navajas a propinar más heridas con ánimo de desangrar a quien se cruce en el camino. Situación que producirá un nuevo beneplácito del publico que celebrará enardecido los ajusticiamientos.

Quedo entrampado como un niño ante un globo que se escapa de sus manos cuando veo arremeter golpes de un lado y del otro a fuerza de la habilidad de la bajeza.

Golpe va, golpe viene.

Que uno es tal cosa, que el otro es tal otra. Que tal día hizo tal tropelía o que lo que piensa es una calamidad, con lo cual a todas luces es un estúpido, como para decir algo leve.

Y el otro agarra y pega. Dice que el estúpido es su oponente porque tal o cual cosa. Y que no sabe esto o lo otro, con lo cual es un ignorante parlanchín encima sin ningún titulo que acredite cierta formalidad o dé sustento razonable a la palabra empeñada.

Entonces el otro más se indigna y dice que el título se lo puede meter en el culo, que le enseñó la vida y especialmente su madre que tiene un aprendizaje vivencial mucho más notable que las retóricas de los ámbitos formales educativos que valoran alumnos que paguen para ponerles una medalla o entregarles un diploma, que certifica que ha sido un alumno ejemplar y a la vez un triste dócil pusilánime disciplinado que ha cumplido con todas las normativas estipuladas, los trabajos prácticos, y etcéteras que lo hacen merecedor de tal distinción.

Y piña va.

Piña viene. 

Mientras uno mira como un niño un espectáculo de la dimensión humana que excelsa su degradación, cautiva interés y tiene quizás como único beneficio que para observarlo no se cobra entrada.

Todos miran sin poner un peso.


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