La suerte
La suerte está echada, la moneda está en el aire.
Aunque todos sabemos que caerá cara.
Cara despeinada, ¿no?
Uno escribe, el otro completa y determina en su propio convencimiento lo que uno sin decir cree que dijo.
Mirá vos.
Algo de eso hay siempre, por eso el autor debe despojarse de sus dichos y dejarle al lector que resuelva a su manera.
Es decir, que haga hablar al texto como se le dé la gana, porque así ejerce el derecho de la libre interpretación, que es esencialmente el derecho a que el texto diga lo que el lector quiere que diga.
Más allá de lo que el autor quiso decir.
Problemas a veces si los hay.
¿Por qué?
Porque el autor muchas veces no dice con elocuencia, determinación y transparencia. Dice lo que dice, tal vez de manera más cuidada, solapada, como ocultándose de algún modo de los piedrasos que algún desadaptado pueda estar dispuesto a propinarle ante el primer paso en falso.
Así que es por esa cobardía que el autor asoma muchas veces la cabeza con cierto cuidado, sigilo.
No quiere ganarse enemigos gratis y a montones.
A veces es así y es comprensible, pobre hombre.
¿Cuál sería el beneficio de que lo puteen un día unos y otro día otros?
Bueno, decir lo suyo. Incidir. Provocar. Persuadir al lector de que vaya por allá o por acá.
Hacerse hombre de una vez.
Vaya uno a saber.
Pero si el autor acepta la autonomía verdadera del lector no está tentado siquiera a persuadirlo de nada, solo a problematizar aportando lo que esté a su alcance para que el otro conforme su propio criterio.
Y además sabe que el lector en algún punto lee y concluye a su antojo.
Por eso tal vez la suerte en este sentido más importante de lo simbólico, la suerte está echada.
Siempre.
Pero en lo que atañe a las circunstancias temporales que nos ocupan, si bien todos sabemos que la suerte está echada y el verdadero espíritu argentiniano tiene sabor a lo novelesco y sorpresivo.
Y si bien la moneda está en el aire, dando vueltas hasta el último momento, con vericuetos de insinuación indescifrable.
Todos sabemos que saldrá cara.
Cara despeinada.
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