Punto a la i
Hace tiempo que quiero ponerle punto a la i. Amago, intento, me predispongo.
Y cada tanto arremeto.
Aunque a veces titubeando siento que me replego, que la intención fue válida pero fallida.
Debe ser por eso que cada vez que observo a alguien innegociable en su despliegue y vocación por ponerle puntos a las íes quedo absorto.
De alguna manera conmovido.
Celebro al gladiador que va contra viento y marea para acomodar al mundo desacomodado a sus auténticas convicciones.
Y lo hace sin pudor ni medias tintas, entregando el alma.
Dándolo todo.
Cada vez que veo a una persona con esa actitud irrenunciable siento que honra la existencia, que detesta la mediocridad y que muy bien hace en invertir su vida para construir la realidad que justifica su lucha.
Cuando observo a alguien que de manera antagónica a mis circunstanciales pensamientos se mueve con la misma inclinación, dejándolo todo y decidido a puntuar las íes, también siento en ese aspecto el mismo respeto y admiración.
Cosa que por supuesto no me pasa con los pusilánimes, lame botas, alcahuetes y acomodaticios que se visibilizan con tanta frecuencia en distintos ámbitos de la sociedad.
De más está decir que hincho y aliento siempre a los primeros. Los segundos, además de mediocres, suelen ser muy peligrosos.
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