jueves, 18 de julio de 2019

Parlanchines


Es notable el séquito de parlanchines que pululan por los medios. Los observamos todos aunque en general nunca digamos nada.

Ni los mencionemos, por supuesto. Porque en general no hay ventajas en ganarse enemigos.

Salvo que uno sea uno de esos seres de espíritu peliagudo y cizañero que crea que la agresión personal es una virtud en vez de una degradación del ser humano.

Además, si uno osase mencionar a cualquier fulano, podría estar cometiendo una verdadera injusticia al bautizarlo como parlanchín cuando quizás sea un verdadero pensador que nos abre el intelecto para ver la vida o las circunstancias de otra manera, permitiéndonos en una instancia sutil pero irreversible la sensación de avivarnos o elucidar de un modo que no habíamos percibido.

Así que por estas vicisitudes expresadas bien vale contener el garrote que en sus inicios, debo confesar, tenía la intención de asestar metafóricamente contra algunos políticos que lo explican todo y saben resolver cada uno de los problemas de nuestros pueblos, ciudades, provincias, país y el mundo.

Aunque permítanme un leve desliz...

No voy a decir que hay numerosos políticos que son solo parlanchines. Son también elocuentemente incompetentes, chantas, hipócritas, farsantes.

Vivillos de poca monta que viven a costa de los demás.

Ignorantes impúdicos con pretensión de sabios predicadores del conocimiento que les falta.

Aunque no todos, por supuesto. Hay gente muy valiosa que se juega por sus convicciones y trabaja con el alma por el bien común. Sabiendo que la verdadera prioridad es el otro y no sus bolsillos.

Esos son los políticos que salvan la profesión entre tanta manga de impresentables.

Porque con el espíritu parlanchín no hacen otra cosa que explicar todo y parlotear con la certeza de quien inexorablemente cree que está siempre en lo cierto. Sin sospechar siquiera que puede estar equivocado.

Y determina con la convicción innegociable de quien sabe como son las cosas, y por qué él o ella, han de venir a salvarnos.

Como si todos fuéramos, lisa y llanamente, unos pelotudos.

Perdón.

Unos pelotudos que no nos damos cuenta que la intención preponderante no es salvarnos a nosotros sino salvarse ellos.

En definitiva compatriotas esa sapiencia suprema que se arroga el parlanchín de turno y manifiesta tener todas las soluciones, revela que es un verdadero despropósito que vivamos embaucados en problemas habiendo tantos representantes autoproclamados que tienen las soluciones.

Que están convencidos de lo que se debe hacer para cambiar los despropósitos, arreglar la realidad en cada uno de sus aspectos desbarajustados y corregir por fin de manera irrevocable al mundo decadente.

Es una lástima que los parlanchines lo sepan todo y la realidad se burle sistemáticamente de manera indiscriminada.

Diciendo de algún modo, que no era por acá.

Ni por allá.

Como el parlanchín de turno suele asegurarnos.



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