miércoles, 14 de septiembre de 2011

Hipocresía


Me llama la atención la gente que tiene la habilidad de exhibir una persona, cuando en verdad es otra.

Con la destreza de un gato.

Caen siempre bien parados.

Mientras todos quedamos embaucados tratando con una persona que no es. Enredados a la apariencia que nos engaña.

La hipocresía más afinada logra su fugaz cometido, no tanto por orquestar con destreza la mentira. Si no por creerla y vivenciarla.

Es cierto que el hipócrita embauca un poco a los demás. Pero mucho a sí mismo.

Deja así su ser envuelto en trucuñuelas que lo atormentan. Y convive haciendo equilibrio para sostener sus mentiras.

Es fabulador el hipócrita. Carga sus farsas a cuestas por toda la ciudad.

Confundido y embrollado en sí mismo persiste.

Sin que podamos desenmascarar.

Es notable, llamativo y debemos reconocer.

Habilidoso.

Hay una virtud elocuente en la capacidad de engatusarnos.

De recorrer esa delicada línea de hacer creer que se es alguien, cuando en verdad se es otra persona.

Pero no hay habilidad inusitada que no decaiga con el transcurrir de la vida.

Porque siempre el tiempo se encarga de todo.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro.  



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viernes, 9 de septiembre de 2011

La Edición


Protestaba de la edición.

A mí no me gusta la edición.

Porque una cosa es escribir. Inmiscuirse en la hoja en blanco para procurar elucidación.

Y una muy distinta.

Es la edición. La búsqueda persistente del error sistemático. Del yerro. De la equivocación.

La obsesión sostenida por señalar lo que está mal.

Lo que objetivamente está mal. O subjetivamente no es conveniente.

Lo suponía. Lo presentía.

Es cierto que muchas veces no es necesaria la experiencia. Basta con la proyección mental para visualizar circunstancias. Sentirlas y vivenciarlas.

Claro.

Además la edición.

Pensaba…

Atenta contra la espontaneidad. El valor supremo que justifica mis principios escriturales.

De modo que entonces es un acto de traición. De negación del ser.

Pero no quiero exagerar. Ni desalentar lo que quizás para otro es un sano espacio de reencuentro con lo escrito.

Aunque me permito pensar que la edición no es tanto un acto de corrección. Como nos quieren hacer creer.

Eso se observa quizás en la superficie. Es la caricatura que sostiene la fachada.

Porque la edición es en verdad.

Un acto de ajusticiamiento.




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viernes, 2 de septiembre de 2011

Persistencia


De chico escuché hablar sobre el valor de la persistencia. La determinación para sostener las circunstancias desde el inicio.

Hasta el final.

Como exigiendo al comienzo perdurabilidad.

A cualquier precio.

Negando así la alternativa de la renuncia. Y la liviandad que supone el abandono.

Bajo pretexto del valioso mérito que implica ascender a la meta. Y mostrar la medalla.

Hoy renuncio a la virtud de la permanencia. Desconozco la grandeza de su jerarquía.

He venido a ajusticiarla.

Porque a veces no hay nada notable en ella.

Creo en la fluidez del transitar y el cambio.

Como una religión que enaltece el ser.

Lo pasea por mundos inciertos. Y aunque se caiga una cuantas veces…

Lo invita a vivir otra vez.
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miércoles, 31 de agosto de 2011

Tal Vez...


No escribo todo el tiempo. Sólo cuando tengo suerte.

Es suficiente.

Porque a veces viene el relato a mí. Sólo despliego el silencio en palabras.

Facilito que se visualice lo oculto. Que por alguna razón de la naturaleza reclama manifestarse.

De modo que me ofrezco. Como tantos otros.

A escribir.

No sé si la escritura es buena. Regular. O mala.

Tampoco es algo que en verdad me importe.

Lo único que sé es que hago garabatos, que luego observo.

Basta con mirarlos para sentir que he cumplido. Un poco con la voz exterior. Y mucho conmigo.

Suelo marcharme con la satisfacción de ver algo realizado.

Aunque parezca nimiedad, la aparición se ha revelado.

Sólo resta que ojos atentos sepan apropiarla.

Por alguna razón alguna grita del vacío posibilitó cierta expresión.

Había algo que necesitaba ascender a la evidencia.

Entonces tarde o temprano se hace visible.

Y aunque uno suponga que puede incidir en la conformación de una instancia que transforme al hombre o reinvente el mundo.

Sabe que debe menguarse.

Porque tal vez sea sólo para que lo veamos.
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domingo, 28 de agosto de 2011

Obsecuencia


No me gusta la obsecuencia.

Sobre todo cuando no es hacia mí.

Caso contrario, no tengo mayores problemas. Porque un mínimo nivel de obsecuencia es saludable y puede resultar efectivo.

El tema es cuando se asciende a una instancia superior de obsecuencia. Porque emerge una zona peligrosa.

Para el obsecuente y para quien recibe la obsecuencia.

El primero porque puede caer en evidencia. Y denunciar así que su comportamiento persigue en verdad otros intereses.

El segundo porque termina ciego entre dichos, reafirmaciones e informaciones que quizás no son las más oportunas.

Queda de alguna manera inmerso en una felicidad engañosa. Que lo lleva a ver el mundo pintado en colores, cuando a veces tiene unas pinceladas de grises.

Es aquí donde quiero hacer un punto.

Para seguir escribiendo.

Pero poniendo en foco una cuestión pertinente.

Cuando alguien se rodea de obsecuentes genera condiciones para la obsecuencia desmedida. De modo que se encuentra imbuido entre un séquito de obsecuentes que le dan la razón a cualquier precio.

Se enfatiza así un mundillo de reafirmación y concordancia. Que suele resultar tan placentero como perjudicial.

Porque si bien el jefe disfruta con las manifestaciones de la obsecuencia. Queda también con los ojos vendados.

Y es ahí. Justo en ese instante.

Donde puede tropezarse.

O golpearse con el poste que no ha visto.

Y que otro, poco obsecuente. Hace tiempo que le había anunciado.
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miércoles, 17 de agosto de 2011

Lo Indicó


Lo indicó.

Yo escuché atento cuando lo indicó. Fue muy preciso.

Muy claro.

No éramos muchos. Pero si los suficientes.

Sentados, en ronda, en silencio.

Mientras alguien hablaba en ese espacio íntimo de reflexión.

Estábamos todos compenetrados y escuchando. Sabíamos que en ese instante. En ese preciso instante.

No había nada más importante.

Así que de pronto lo advertimos. Dio justo en el clavo.

Y lo indicó.

Si lo hizo, por algo será. Ahora pienso.

Porque este tipo no es ningún tonto. No, no.

No es tontuelo para nada. Bien sabe lo que dice. Lo que piensa y sintetiza.

Porque es claro que no habla de gusto. Eso no ocurre mucho. En verdad casi nunca sucede.

Aunque a veces puede ser. Claro.

No voy a poner las manos en el fuego para rescatarlo de sus desviaciones innecesarias. Deben estar.

Algo habrá de eso. Así que para qué quemarme.

No tendría sentido.

Sólo observo su indicación. Una breve tarea que acometemos en silencio. Que persiste en la intimidad para profundizar en el interior.

Bucear en nosotros mismos.

Adentrarnos en nuestro ser.

Como zambulléndonos.

Sería algo así. Creo que eso sería. Porque si uno desentraña la madeja se encuentra indefectiblemente con ese resultado.

Con esa sutil elucidación que lo descubre todo.

Por algo lo indicó. Pienso.

Sabe bien que los vericuetos invitan a ser superados. Que una vez que uno se entromete participa del juego. Que luego sale refrescado.

Reconfortado.

Como una suerte de renacimiento. Que nos invita nuevamente a entregar el ser.

Y sí, eso es muy claro. Ahora lo veo.

El levantó el dedo el dedo. Aunque en verdad no es que lo levantó. No era que de pronto ante nosotros nos mostró su dedo.

Eso no fue así. Para qué voy a mentirles. No tiene sentido engañarme en la irrelevancia del suceso.

Pero lo indicó. Eso sí que es muy claro.

Lo indicó.

Sí, sí.

Por algo lo indicó.
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martes, 9 de agosto de 2011

Sombras


Hace tiempo he decidido honrar las sombras. Quizás por eso ande por la vida puntualmente despeinado o con la camisa sin querer desalineada.

Nada grave.

Desde mis ojos.

Uno debe permitirse recorrer sus luces y aceptar sus sombras.

Mientras que no las profundice, puede observarlas y aceptarlas para vivir con ellas.

El hopo perfecto genera un estado de simulación que no me pertenece.

No hay comodidad mayor que permitirse ser quien uno es. En ese recóndito lugar hay tranquilidad y placidez.

El resto es una invitación a la superficialidad que pueden celebrar miradas.

Pero si uno es capaz de transitar ajeno a los aplausos y chiflidos, sintiendo el bienestar de su naturaleza.

No tiene de que preocuparse.

Porque camina tranquilo.

Con sus luces y sus sombras.
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lunes, 8 de agosto de 2011

Expectativa


Es posible que siempre el otro tenga expectativas sobre uno.

Presagie el accionar certero de quien no le pertenece. Pero vaticina resultados que aguarda.

Aún cuando por naturaleza no le competen.

Honra la intromisión en reclamo de una facultad que no le asiste.

Haciendo notar ciertas veces el desánimo por la improcedencia de la acción ajena.

Que resolvió doblar para el otro lado, o anduvo zigzagueante.

A voluntad.

Desatendiendo al otro que espera. Y persiste con los ojos atentos.

Exigiendo que las cosas sean la respuesta precisa a su imaginación.

Quizás por eso asumí la calma hace tiempo, que me aporta tranquilidad de conciencia. Al saber que obro con voz propia en ejercicio de mis facultades.

He preferido pagar el precio de la no respuesta. A caricaturarme en comportamientos que me exceden.

Más vale fallar a los ojos que anhelan, que traicionarse a si mismo.
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