miércoles, 28 de octubre de 2020

El hombre escéptico


Ya no creo casi en nada, ni en la verdad.

Una suerte de escepticismo irrevocable me tiene apresado. La negatividad me invade y la decadencia que percibo a diario la fundamenta de manera caprichosa e irrevocable.

Todo lo veo degradado, todo lo veo para atrás.

Podría escribir sin titubeos que el mundo es un despropósito por estos tiempos y el ser humano es una obra cada vez más errática e imperfecta.

Los atisbos de optimismo vienen por supuesto y los atrapo.

Obviamente que no todo está perdido. Bien podría seguidamente escribir algo antagónico con lo que vengo diciendo. Y desdecir cada uno de los párrafos.

No sé por qué se confía tanto en la decadencia, se ensalza y se glorifica.

Se milita sin pudor y hasta con orgullo.

Antes lo que estaba mal estaba mal y lo que estaba bien estaba bien.

El mayor despropósito de estos tiempos es que procuran hacer creer que lo que está mal está bien.

Y no, no está bien.

Lo que está mal, está mal.

Matar por ejemplo está mal pero hay gente que se enorgullece de eso y hasta milita para asesinar bebés.

El hombre escéptico en sus entrañas algo de razón tiene, se basa en la observación de las negligencias del ser que exhibe niveles de degradación inaceptables, aunque hay que ser justos y decir que el mundo no es una porquería.

Es tal vez la posibilidad de abandonar el escepticismo en base a un accionar inteligente que lo supere, con la expectativa de que el hombre ascienda a la virtud que parece haber abandonado.

Este cuento es lindo y al menos da ánimo.

Quizás es bueno leerlo cada tanto.

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