Todes
Es posible que me gane enemigos por escribir un poco sobre algo que al enterarme me ha resultado inquietante.
Digo inquietante por no decir que me ha resultado una tontería propia de la estupidez.
Es cierto que debiera informarme para adentrarme en el asunto, inmiscuirme en los fundamentos de su gestación y hablar con propiedad y argumentos más sólidos e inquebrantables, que exijan cierto trabajo al ataque de las fieras.
Pero el tema me ha resultado tan idiota que desde mi humilde parecer no merece dedicarle mayor tiempo, salvo el que pueda inspirar una breve escritura para abordarlo y quizás desentrañarlo.
O bien para observarlo, exorcizarlo de algún modo y dejarlo tranquilo.
Parece que decir todes constituye una suerte de emblema que defiende el idioma inclusivo.
O el lenguaje inclusivo.
Decir todos o todas apelando al debido uso de la gramática sería algo así como un despropósito o una ofensa para los paladines del todes, que habrían encontrado en esa palabra un espacio de reconocimiento que los erige como seres existentes y ante los demás los convalida como seres vivos.
Es muy precario el recurso de identidad que inspira a los revolucionarios del todes y les ofrece un lugar para sus existencias.
Antes se daba la vida por la patria, por un amor.
Ahora entregar la vida por semejante estupidez es un verdadero despropósito.
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