miércoles, 24 de noviembre de 2010

A los Ojos


Un poco me desalienta escribir este escrito porque de alguna manera caeré en lo que quiero evitar.

Centrarme en mí mismo.

Mientras ustedes me miran, empiezan a armar su cuento mental. Celebran o refunfuñan. Pensando, otra vez quiere subirse al escenario.

Pero se percibe bondad y predisposición lúdica. Por eso no hay problema. Me permiten pasar.

Mientras yo agradezco.

Saludo a los conocidos. Me alegro de encontrarlos.

Doy un pasito, dos. Tres.

Hasta llegar con humildad al escenario, mirarlos contemplativo.

Y empezar a balbucear.

Porque el tema no es pasar. Es entregar algo.

A eso jugamos.

Decir una palabrita, una palabra, una palabrota.

Cuando de repente decido agigantarme y alzar la voz.

Para volver pronto a ser un angelito. Que los mira y de alguna manera comparte la vida con ustedes.

Para eso estamos.

Me dejo entonces caer en una suerte de perspectiva que focaliza en mi existencia.

Pone los ojos sobre mí y me escruta.

Es como que me saca primero el pullover, luego desbrocha la camisa.

Alguien que tira de los zapatos.

Y avanza sobre otras pocas prendas. Con voluntad de dejarme desnudo frente al público que mira.

Quiero hacerme el distraído, pero me pongo colorado.

No me gusta subirme al escenario. Mucho menos que me miren.

Observo la escena y no digo nada.

No importa que sean dos o tres. Cinco o diez.

Me rindo ante mí mismo. Me dejo despojar de lo poco que tengo.

Me ofrezco al desnudo y colaboro en ese sutil acto que procura arrebatarme de mi ser.

Para entregarme a los demás.

Como un artista voluntarioso que se esfuma en la intención.

El tiempo se va.

Entonces me miro a los ojos y me digo.

No pasa nada, Juan.

Sos el mismo.
.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario como usuario de Blogger, con tu nombre o en forma anónima. Seleccioná abajo.