lunes, 8 de noviembre de 2010

Los Libros


No es frecuente que la verdad aparezca, me venga a visitar, se instale.

Pero hoy pareció insinuarse y aquí está.

Presente.

Puede ser un supuesto, una expectativa. Pero no.

Aquí está.

De manera que abro la puerta para que pase y se manifieste. Como quien se predispone gentilmente a recibirla.

Siempre pensé que en los libros estaba la verdad. El momento sublime que lo explicaría todo, descubriría al ser humano, revelaría la trastienda de su comportamiento.

Fui consecuente con el supuesto y abrí cuento libro se cruzó en mi camino. No por pretensiones del conocimiento, sino por el sano afán del descubrimiento.

Quizás de las personas, quizás de mi mismo.

Pero a juzgar por el tiempo, me he equivocado.

Los libros son ilusiones pretenciosas de una precisión que no llega.

Por eso hay siempre un nuevo intento narrativo, y una nueva oportunidad de hallazgo que ofrece el lector, impulsado por su expectativa.

Otro libro, y otro lector.

No puedo dar cuenta de la totalidad del mundo de los libros, y certificar el resultado definitivo.

Por supuesto.
Pero hoy observo la predisposición fallida de las narraciones pretenciosas.

No es que los libros no sean un medio inspirador, digno y revelador.

Es que el hombre excede a las palabras.
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