País intrincado
Había escrito sobre el hombre intrincado y esas reflexiones me instan a pensar sobre el país intrincado que vivimos los argentinos.
Una cosa lleva a la otra.
Nadie tiene las respuestas definitivas pero cualquier destello de reflexión ayuda a repensarnos y presumir la posibilidad de salir del vericueto en el que estamos metidos.
Única alternativa para pasar a una nueva instancia y constituirnos por fin en un país distinto.
Estamos intrincados por una sencilla razón.
Somos los mismos.
Quizás acentuados por la tendencia que reafirma nuestras lógicas, que con el tiempo en vez de reformularse se asientan.
Damos vueltas como país sobre los mismos temas una y otra vez. Nos regodeamos en un atolladero de explicaciones más o menos efectivas mientras observamos los mismos resultados de una realidad que no nos favorece.
Misma pobreza, misma inflación, misma atención al dólar.
Perdemos tiempo de vida enredados en noticias económicas que incitan nuestra atención y consumen de alguna manera nuestra energía.
Somos los mismos argentinos dando vueltas en circunstancias al parecer distintas pero que constituyen esencialmente el mismo firulete.
No nos mareamos de casualidad.
Si nunca se toma el coraje de cambiar en serio, nos vamos a morir observando los cortes de calles, la inflación permanente y zigzagueante, la impunidad que emerge en cada esquina, las destrezas de la insana picardía y el precio del dólar.
Es una lástima que seamos siempre los mismos y sigamos perdiendo el tiempo.
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