martes, 8 de febrero de 2011

El Salto


Yo no salto de la cama al piso. Ni del piso a la cama.

Salto del sillón a la mesa o de la mesa al sillón.

Ese salto en verdad no sé si me pertenece. Se me impone.

Viene a buscarme de repente. Se apodera de mí. Y yo sólo me entrego.

Así aparezco frente al teclado y la hoja en blanco. Con ánimo de entregar lo que ese salto provoca.

Si tengo suerte. Algunas veces del salto aparece algo. De modo que al hurguetear entre los párrafos algún indicio de verdad se insinúa. Algún pasaje que precisa al ser humano se intuye. Se percibe al menos sutilmente.

O se presume en una revelación que no se manifiesta.

Pero ese aire de claridad se respira ante los ojos inquietos que quieren descubrirlo. Se atreven a reconocerlo y ven lo que solo la curiosidad provoca.

Así que me entrego al salto con el mismo ánimo que a la vida.

Si viene a buscarme. Me lleva. Aquí estoy.

Si merodea, yo también me hago el distraído. Vivo entre las circunstancias que me convocan. Miro para un lado, para el otro.

Pienso a veces en guiñar un ojo.

Pero persisto. En silencio persisto.

Como quien sabe que el salto vendrá.

Y se la agarrará conmigo.
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