viernes, 5 de marzo de 2010

El Vago de Acosta


Me di vuelta y recibí.

La piña me la dio el tonto de Romeu sin anoticiarme.

Fue hace unos años cuando el vago de Acosta lo tocó con una regla T a Romeu donde no puedo contarles.

Colorado y justiciero Romeu obró con convicción. Yo estaba al lado de Acosta y pensó que había sido el protagonista de la travesura. Así que apenas me di vuelta recibí toda su rabia.

El tenía la certeza de que había sido yo el que lo había tocado con la regla. Y yo tenía la certeza de que él se había equivocado.

Nos enredamos entre piñas que siempre encontraron destino. Di con izquierda y derecha mientras recorríamos el aula. Y recibí con igual suerte.

El estaba preso de la rabia, y yo de la injusticia.

Las piñas iban y venían ante la mirada de los compañeros de la secundaria. Hasta que por fin un par de buenos amigos lograron separarnos.

Yo había dado bastante, pero también había recibido suficiente.

Por fin desde lejos lo vi a Romeu retirándose, acomodándose en su banco. Se tranquilizaba y todo parecía que llegaba a su fin. Pero la cuenta rápida me decía que si no había empate, estaba en déficit.

Salí como loco a hacer justicia. Pero me enredé otra vez a las piñas con similar suerte.

El vago de Acosta miraría desde el costado, sin ánimo de aclarar el entuerto.

Y Romeu, que era un buen tipo, no sé cómo pudo invitarme a resolver la vida a trompadas.

Algún testigo podría afirmar que fue empate. Que dimos y recibimos a voluntad.

Pero hoy escribo yo para revivir con simpatía mi única presentación boxística.

Así que diré que gané.

Gané por puntos.
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