domingo, 16 de febrero de 2020

Discrepancia



Es disentir, tener una diferencia.

Aclaro por las dudas, porque sospecho que entre los achaques que produce la decadencia se viene reduciendo sin pausa el número de palabras que se utiliza.

Por eso aclaro, para que ningún lector bien intencionado quede excluido del texto desde la primera palabra.

Uno debe ser cuidadoso y aggiornarse, si quiere escribir y que alguien lo lea. Si da un paso más en favor de una excelsa precisión por usar la palabra más apropiada, puede quedar solo y ser incomprendido.

Cae de alguna manera en el precipicio del desentendimiento y se habla a sí mismo.

Por eso hay que cuidar las palabras y no excederse.

Aggiornarse, aunque eso no quiere decir mediocrizarse o embrutecerse.

Porque esa sería una tradición al sano ímpetu por superarse.

Con lo cual a todas luces sería una predisposición acomodaticia e inconveniente.

Y no quiero referirme al llamado lenguaje inclusivo que arranca extraviado. Sabrán ustedes que dicen “todes”, lo cual es una estupidez. Si dijeran “todis”, sería una estupidez menor porque podrían aducir que usan la “i” de INCLUSIVO, no la “e”, de estúpidos.

Pero esto lo escribo sobre el final del texto porque la gente que da la vida por el lenguaje inclusivo se enoja innecesariamente y no quiero generarme enemigos.

Tengo una contradicción al respecto porque respeto absolutamente la postura disidente pero no puedo dejar de pensar de manera irremediable que dar la vida por semejante estupidez es propio de un idiota.

Y esa convicción puede enojarlos. Por eso es mejor desplegarla sobre el final, mucha gente no lee más de 140 caracteres.

Hasta acá no llegan.

En cualquier caso me excedí con el escrito, iba a hablar de la discrepancia pero ya ven, salí a pasear y me extravié en alguna esquina.


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