viernes, 20 de mayo de 2011

La Rendición


No sé si uno aprenderá tarde o temprano de qué se trata la vida.

Pienso que es difícil la graduación. Que la incertidumbre doblega a las certezas.

Y que apenas puede uno aspirar a ciertos atisbos de sapiencia que en el mejor de los casos puede disparar la reflexión. Alentarla dándole ánimo a un saber definitivo que siempre se ahuyenta.

Es así como pensador sigue a pensador. Libro a libro. Artículo a artículo.

Así que vivamos mientras tanto. Porque no hay tiempo para otra cosa. Ni se vislumbra descubrimiento.

En la profundidad de la reflexión no vamos a encontrar nada. Sólo cierta ilusión de entendimiento que es más espontáneo que permanente. Insinúa solvencia pero se degrada y trastabilla en la emergencia de otros pensamientos.

Disculpen hoy mi escepticismo sobre la contundencia de las explicaciones.

Les dejo mi respeto a los filósofos, espíritus inquietos y escritores que han procurado entender la vida.

No dejaré de jugar ni divertirme. Ni evadiré la curiosidad que me convoca.

Pero hace tiempo que entregué mi rendición a un fenómeno que nos entusiasma.

Y siempre nos excede.
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