miércoles, 7 de abril de 2010

Vocecitas


Hace un tiempo procuré apagar las vocecitas del silencio.

No sé por qué venían a mí, se instalaban y empezaban la fiesta.

Atento les abría la puerta, quedaba en silencio y me permitía escuchar.

Las vocecitas me hablaban de todo y de todos. Se encaprichaban con ciertos temas, se volvían reiterativas, insistentes…

En verdad las vocecitas eran molestas. No me dejaban tranquilo.

Pero hace un tiempo me di cuenta de la intrusión, que si bien no era compulsiva, se facilitaba vaya a saber uno por qué vocación íntima o interés extraño que reclama escuchar.

Ahora hace un tiempo que las vocecitas merodean. Se anuncian. Me dicen que aquí están.

Sé muy bien que me miran inquietas desde el silencio.

Porque hacen notar su presencia y sonríen para invitarme a jugar.
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