martes, 9 de abril de 2024

Entre verdades y farsas


Estoy en una oficina sentado en silencio. Hay gente que deambula alrededor. Van de un lado para otro, cono si estuvieran persiguiendo objetivos que pronto cumplirán.

Una persona cercana me aborda para anoticiarme que hará tal y cuál cosa.

Lo escucho con atención.

Como tiene una tendencia a transfigurar la verdad o mentir, lo que procuro percibir es la trastienda de los hechos, quizás para honrar el compromiso de escucharlo.

Así que apenas se advierte mi cara de sospecha, escepticismo y predisposición a la incredulidad, como consecuencia de la trayectoria del susodicho, me aporta precisiones.

Abre un teléfono y me muestra un manuscrito de tal cuestión.

Veo números dibujados y varias cosas escritas al pasar.

Es una inversión menor, casi anecdótica.

Le creo.

Está bien, no hay que tener un solo papelito, remato. Como dándole ánimo de que el camino es correcto, que es por ahí.

No dudo de lo que me muestra ni de esa intención. Pero los dos sabemos que quedó marcado en el aire mi cara de desconfianza de la otra cuestión.

Quizás por eso retoma el cuento y aclara un detalle crucial de la otra declaración.

Yo no pongo un peso.

Dice, como para dejar clara que la inversión multimillonaria la hará al ritmo de su habilidad para tentar platudos en esos menesteres.

Podría ser cualquier cosa, pero dígamos que es un hotel de cinco estrellas, como para metaforizar.

Por decir algo.

Reitero mi compostura desde el inicio, así que lo felicito una y otra vez y me doy por embaucado.

Me sale de manera espontánea, natural, quizás por pertenecer a una familia donde se valora la farsa.


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