sábado, 25 de julio de 2015

Las leyes del universo

Algo a lo que aspiro es a soltarme y escribir fluidamente, casi tal vez irresponsablemente o descondicionadamente. Es obviamente una acción de riesgo en estos tiempos donde conviene medir las palabras y creer en la especulación para evitar problemas o enojos ajenos, que puedan después desencadenar problemas y enojos propios, tal como ocurre cada vez que uno grita y genera así las condiciones estimulantes y motivadoras para que el otro grite, se exaspere o le devuelva el insulto, si es que lo hubo.

La vida es un espejo.

Deberíamos concluir entonces en eso, quizás. Porque seguro, lo que se dice seguros, segurísimos, es muy difícil estarlo. Más sobre estas cuestiones del ser humano, su comportamiento y tal vez las eventuales leyes del universo que obran, presumiblemente, de manera indeclinable y decidida.

Eso sí que entusiasma. Es decir, la posibilidad de saber y conocer las leyes del universo. Porque si en verdad se revelan, si en realidad las descubrimos y comprendemos, tenemos una potencialidad increíble.

Sabríamos realmente cuál es el juego, o mejor dicho cuáles son las reglas del juego en el que estamos participando.

El juego de la vida, por supuesto.

Siempre ha habido pretensiones en ese sentido pero las afirmaciones, que podrían ser las síntesis a las que llegaron esas búsquedas pretenciosas, no sé a ustedes, pero a mí, en lo personal, siempre me parecieron endebles.

Es decir, un poco flojas.

Quizás por esa suerte de espíritu desconfiado que no sé por qué existe en mis entrañas, en mis profundidades. Que me lleva a mirar con cierta sospecha lo que no está debidamente fundado. Y a no dar crédito a lo que pretende establecerse, por más efusividad, convicción o determinación que le imprima el asegurador de turno.

Decía entonces que tal vez uno de los desafíos que tenemos nosotros, la raza humana, de la cual somos parte, eso creo que sí es seguro. Lo que tenemos entonces es el desafío de averiguarnos o mejor dicho, de descubrir, indagar y revelar, si algún día tenemos la real suerte, las lógicas que se encuentran en la naturaleza humana, que debieran registrar las leyes universales.

Si algún día en verdad las descubrimos, habremos descubierto el reglamento de nuestro juego.

Y tendremos la posibilidad cierta de vivir con mayor efectividad.

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