El Gran Regalo
El problema no está en el generoso presente recibido, sino en la dimensión del regalo.
Con la vista en el presente uno tendría que estar feliz. Chiflar, reír, hacer la vertical o choque la cinco.
La alegría debería desbordarse si uno pudiera dejar la vista centrada en el regalo. Engañar la mirada con un solo punto de observación.
Solo mi regalo. Miro mi regalo y nada más.
Un bonito y reluciente presente. Que empieza a transformase cuando los ojos traicionan y dejan escapar la mirada.
Otra vez. Otra vez…
El regalo empequeñece ante la verdad.
Un presente más grande que suele confundir la alegría hasta humillarla. La pone de rodillas para certificar la injusticia.
La voz de la igualdad vuelve a envenenar el alma. Y eso que es un humilde presente, que no merecería más palabras.
Silencio a las interpretaciones dañinas que iluminan el intelecto. Taparse los ojos y encauzar la mirada. Pero predisponerse a despabilar la sumisión.
Mejor evitar quejarse de lo que nos tocó, para generar en la vida lo que quiéramos que nos toque.
Pero el presente está, exige su atención. Se anuncia diluido.
No haré piquetes. Ni demoraré el paso. Quizás sólo compre rompeportones que repartiré al aire en soledad.
Y escribiré una línea más para develar lo que he visto al pasar.
Ahí va…
Otra vez el regalo ha sido mucho más grande.
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