lunes, 28 de enero de 2008

El Escapista

Una breve charla bastó para arrinconarme:

-¿De qué te escapás?

-Muy bien –dije. ¿Trabajás con Osde?

-Sí.

-Entonces te cuento…

Intenté despedirme entre bromas. El chiste había terminado y era momento de evadirme. Otra vez a la vida para llevar a cuestas algo que viene conmigo.

Por un momento pienso en permanecer en el rincón. Hacerme cargo de la situación para afrontarla. Entender a pesar de todo sin tener miedo a descubrirme.

Está bien…

Acepto estar arrinconado. Aguardo en este sitio y observo. Como una técnica para enfrentar el momento, con el propósito de dilucidarlo.

Daleeee.

Me escapo de las decisiones.

Huyo como un cobarde para no afrontar las pérdidas. Todo por una convicción de triunfos que reniegan de ellas y conservan la ilusión de ser totalizadores. Una suerte de soberbia idílica y omnipotente que reniega de la naturaleza de la decisión.

Es que toda decisión trae inexorablemente consigo una pérdida. Y uno no tiene ganas de afrontarla. Más siendo uno alguien que evita los duelos, quiere contarse un cuento de hadas y asumir una sonrisa para siempre.

Ganar cada día. Sin perder absolutamente nada.

Prefiero cierta ingenuidad que sostenga la ilusión. A afrontar la realidad que aniquile el ánimo.

- ¿Es para tanto?

-Esperá. A dónde vas…

-¿Juan?, ¿Juan?

2 comentarios:

  1. Es verdad que toda decisión implica renunciar a algo, pero también que algunas veces se pierde más justamente por no decidir nada.

    Si yo decido, puedo equivocarme, pero puedo estar seguro que tengo la intención de hacer lo que a mí más me conviene.

    En cambio si no decido...puede que alguien se me adelante y decida por mí, tomando en cuenta sus intereses y no lo míos. Y si nadie decide, el azar sigue su curso...pero no creo que el azar piense en mí en cada paso que da.

    ¿Protagonista o espectador?

    Muy bueno el blog, saludos!

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  2. Gracias Pedro por tu valioso comentario.

    Creo que la no decisión es una decisión en sí misma. Pienso que la sostiene la falsa ilusión de evadirse de la responsabilidad. Con el propósito de no asumirla.

    El precio es que uno queda sujeto al transcurso de las circunstancias. A la espera de que la decisión se anuncie. Sería como un truco intencionado para justificar la pérdida que toda decisión supone.

    Si uno no decide y lo hacen las circunstancias entonces pareciera que no tiene mucho que recriminarse. Intervino al no decidir por falta de convicción y queda sujeto a ser notificado.

    Pero la realidad se impone y uno siempre pierde. Decida o sostenga la no decisión. Pareciera que es imposible burlar esta certeza que forma parte de la naturaleza de toda decisión.

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