miércoles, 26 de enero de 2011

Desahogo


Algún día voy a hacer un desahogo.

Sí, ya sé que lo estoy anunciando. Que digo que lo escribiré todo. Que los abrumaré de palabras.

Y muchas cosas más que refieren a entintar las hojas en blanco. Con la intención de dejar hasta la última palabra.

Para marcharme luego a cualquier lugar.

Pero observo la situación y en verdad veo que me engaño. Me autoengaño para ser más preciso. Para utilizar las palabras apropiadas que describen con mayor exactitud el propósito.

Porque sigo escribiendo corto, breve, conciso.

Como si fueran respiraciones escasas. Que no terminan por dar la bocanada final.

Tal vez de eso se trata. De respirar hondo y soltar.

Respirar hondo.

Soltar.

Sin dejarme tentar por el final que cierra la fiesta. Que nos dice que es hora de ir a la cama. Que hay que dormir. Soñar con los angelitos.

Otra respiración.

Otra suelta de aire.

Así vamos, buscando profundidad para decirlo todo antes de llegar al final.

Porque hay mucho que decir, mucho también que escuchar.

El silencio está lleno de palabras. Las palabras repletas de silencios.

Otra respiración más.

Porque debo entregarlo todo. Liberarme.

Vamos Juan.

Una más…
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A donde quiera que voy - Miguel Cantilo - Fabiana Cantilo




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jueves, 20 de enero de 2011

Ideas


Me parece que estoy alejándome de las explicaciones y profundizando sobre el silencio.

Esto apareció hace tiempo. Y ahora mismo me encuentro experimentándolo.

Creo que las explicaciones abruman. Nos traen desde el silencio miradas, ideas.

A veces van para un lado. A veces van para el otro.

Pero si abrimos la puerta aparecen. Se presentan entusiastas para enredarnos y confundirnos.

Traen una idea. Luego otra. Y así van, entre ideas consecuentes y contrariadas a pintar un mundo definitivo.

De modo que más bien vale hacerse el distraído. Apagarle un buen día la luz a las neuronas. Mientras uno se marcha hacia otro lugar.

Deja así esa energía explicativa a oscuras. En penitencia.

Luego es posible que las ideas con pretensión de explicaciones toquen timbre para volver a anunciarse. A que reconozcamos su presencia.

Abramos nuevamente la puerta.

Y es ahí el momento clave. Si uno se precipita sobre el impulso. Si uno obra de manera repentina. Marcha por inercia hacia la respuesta que espera. Se deja así seducir por un mundo externo que no le pertenece.

Bueno.

Ahí está el tema.

Porque el problema no es el timbre. Es que uno se para.

Y va a abrir la puerta.
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domingo, 16 de enero de 2011

Veamos


Veamos un poco la realidad. Abramos los ojos, avancemos.

Hoy veo la lluvia en la ciudad. Algunas personas que hablan cerca de mi mesa. Mientras escribo y escucho interesado algunos diálogos que no me incumben.

Como el de aquellas señoras que hablan apasionadas. Se envuelven en idas y vueltas de palabras, que toman como zarpazo a distintas personas que escrutan. Uno murió del corazón, el otro está complicado. Y entre esos retazos de palabras vaya uno a saber cuál es la historia verdadera. El motivo que alienta el entusiasmo del diálogo que no me pertenece.

Y ahora un brindis que hace sonar las copas luego de tantas muertes.

Estamos bien escucho, y sonríen las mujeres de setenta u ochenta. Mientras retoman la pasión por conversar.

Rodeadas de personas involucradas en otros diálogos que no me inquietan.

Todos frente a la persistente lluvia que se percibe desde las ventanas.
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jueves, 6 de enero de 2011

La Mentira


Yo nunca me puse frente a frente a la mentira. Merodeé sobre ella en algunas frases, pero no resolví enfrentarla.

Hoy la miro de frente y la escruto.

Creo que esencialmente la mentira es una necesidad de la precariedad del ser.

Aparece por la imposibilidad de hacerse cargo de uno mismo.

De modo que cuando alguien miente, en verdad no les miente a los demás. Se miente a sí mismo.

Porque en ese acto que insinúa picardía revela en verdad la mayor de las traiciones que uno puede hacerse en la vida.

La traición a uno mismo.

Transcurre así la vivencia de la disociación, que lo lleva a negarse a afrontar esa posibilidad de ser.

Tal vez el deseo que siempre se vuelve infructuoso por cobardía.

De modo que es cierto que la mentira camina con patas cortas.

Y a veces, toda la vida.
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domingo, 2 de enero de 2011

Entintado


Uno de estos días voy a hacer justicia.

Basta ya de estos textitos chiquitos y breves que sólo anuncian ciertas elucidaciones que muchas veces ni siquiera son pretenciosas.

Voy a agarrar. Escuchen bien, voy a agarrar estas hojas en blanco y las voy a llenar de tinta.

Bien dicho.

Llenar de tinta, renglón tras renglón. Haciendo por fin unos cuantos párrafos, que luego se superen en páginas.

Y más páginas. Que vayan llenando todas las hojas en blanco.

Más páginas, y más.

Páginas.

Y así dejar todo entintado. Repleto de ideas, de dichos, de cosas.

Entregarme por fin. Rendirme, dejándoles todo. Las síntesis positivas, las síntesis negativas. Los pensamientos claros y también los difusos.

Entre sensaciones, imágenes, supuestos…

Y seguir, renglón tras renglón.

Escribiéndolo todo, dejando por fin ante los ojos ajenos un mundo de palabras.

Que expliquen o que confundan. No importa.

Síntesis, preguntas, respuestas. Búsquedas.

Palabras a palabras, casi atropelladas, pero siempre con sentido. Inundando todo.

Y cuando digo todo, escuchen bien. Porque es todo.

Hoja a hoja, con tinta por todos lados.

Hasta quedarme con las manos entintadas. Mirarme un segundo.

Refregarlas, y ver como la tinta cae ahora mismo.

Sobre este teclado blanco.
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Escribir


Uno tiene que celebrar la escritura, para que la escritura aparezca.

De lo contrario sólo persistirá con las manos vacías. Los textos no llegarán nunca y los renglones quedarán en blanco.

Si uno está atento, la escritura aparece.

Se revela sola. De repente.

Primero suele insinuarse, hasta cobrar mayor notoriedad. Luego se presenta con todas las fuerzas.

Se trata de un momento perturbador y movilizante. Merodean palabras, frases, párrafos…

Suele ser un momento silencioso de profundidad de abstracción. Donde uno queda subsumido en un pacto indescifrable.

Es ahí cuando uno viene como un esclavo a la hoja en blanco. Trata de liberar esas primeras palabras que reclamaban presencia. Así que tipea para desplegarlas y dejarlas ante la vista de los demás. Que tarde o temprano se encontrarán con ellas.

Pocas cosas pueden facilitarme un estado de mayor felicidad que dejarme atrapar por la escritura. La instancia de insinuación, acercamiento y encuentro es una celebración para la vida.

Así que vale la pena estar atento. Pasear a pie o tomar el subte, transcurriendo.

Cuando uno menos lo espera, participa del juego. Cierto día se siente condecorado como uno más de los esclavos que aguardan sonrientes para narrar ciertos cometidos.

De modo que paciente y expectante espera.

Sabiendo que en verdad no es un esclavo. Es sólo un niño dispuesto a jugar.
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