lunes, 15 de septiembre de 2025

La precisión de la realidad


Siento que he evolucionado los últimos años porque dejé bastante atrás los programas políticos televisivos, las radios que se enredaban en esos menesteres y los diarios con las noticias y columnistas que tanto disfrutaba.


Lo hice sin saber y quizás como un acto inicial de autoconsciencia o tal vez madurez, bajo el propósito de aprovechar el tiempo, despedirme en silencio de la posibilidad de ejercer el periodismo, que me imponía la necesidad de mantenerme al tanto de todo lo acontecido, rememorar situaciones, ministros, vericuetos centrales de desenlaces informativos, que no hacían más que exigirme atención y abrumarme.


Era en parte un esclavo por voluntad propia.


Superada la tara, colgué los programas periodísticos, las radios y los diarios y sus columnistas.


Agarré esencialmente más libros y me centré de lleno en la realidad poniendo manos a la obra para construir la vida y asumir otros destinos.


No reniego de aquellos tiempos y creo que esencialmente fueron muy enriquecedores para aprender de liderazgo, construir mayor abstracción, desarrollar habilidades sociales y conversacionales y hasta producir vocabulario.


Aunque quizás, ahora pienso, mi alejamiento se fue acentuando con la caída en desgracia del oficio político que antes presentaba personajes formados de notable solvencia, y con el tiempo fue degradándose en gallos de riña que cacarean con la destreza de la bajeza y la maliciocidad que cree en vulnerar al otro al compás de los insultos.  


Quizás antes daban cátedra, y ahora dan vergüenza.


No todos, por supuesto. Pero esos personajes menores sin formación que irrumpieron y ni siquiera podría mencionar sus nombres, se hacen notar para exhibir con impudicia el nivel de degradación que alcanzó el oficio.


Pero estos días he vuelto al ruedo como vuelvo cada vez que algo verdaderamente noticioso irrumpe para cambiar las cosas.


Y he disfrutado el domingo de los columnistas que escriben bien y se encargan de señalar las cuestiones con el dedo como si supieran resolver los complejos vericuetos de la desafiante cotidianidad del país.


Siempre he pensado, obviamente sin decirlo, que los periodistas son en verdad alcahuetes de la realidad. Pero la metáfora que también me incumbía jamás la pronuncié por temor a menospreciar la digna profesión y ser injusto con el trabajo profesional.


Pero en verdad lo pienso.


Y me pregunto si todos estos columnistas notables que a veces disfruto sabrán que son esencialmente alcahuetes profesionales y que señalan con el dedo con el adicional riesgo de decir pavadas.


Siempre creyendo, por supuesto, que están dotados de una sapiencia que carece el resto de los morales, a quienes tienen el deber de iluminar.



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sábado, 13 de septiembre de 2025

¿Qué es ser inteligente?


Si uno supiera…


Me parece que la clave es la capacidad de lograr lo que fuera con la mayor eficiencia posible.


Podría decir al inicio como para aventurarme a una definición más o menos respetable.


Porque como uno puede decir cualquier cosa, nunca está libre de pronunciar desbarajustes que no concuerden con perspectivas acertadas.


Por más convencimiento que tenga.


Alguien inteligente es alguien feliz, que se convirtió por voluntad propia en quien es y que por voluntad propia se convertirá en quien podrá ser, asumiendo sus auténticas motivaciones, potencialidades, y resolviendo a voluntad a partir de sus propias decisiones.


Un protagonista de su propia vida.


Debe ser también por ahí.


Porque si alguien termina siendo lo que no es o decidiendo lo que no quiere, inteligente no es.


Así que también anotaría la palabra valentía. El medio esencial para rehuir de la excusitis que justifica la comodidad y construir la realidad que cualquiera quiera.


Sin valentía no hay logros.


Anotemos.


Y sin esfuerzo ni trabajo comprometido tampoco, Juancito. No lo olvides.


Es cierto, anotemos también.


Sumemos además flexibilidad, es la antítesis de la terquedad y el capricho. Hay que estar abierto a la nueva información que emerge o trae la realidad a partir del accionar.


Luego hay que saber maniobrar. Si no era derecho, no era derecho.


Y también puntualicemos la capacidad de crear, innovar y resolver problemas.


Sin olvidarnos por último del uso eficiente del tiempo. Una de las variables más valiosas que tenemos.


Así que con esto creo que por hoy más o menos estaríamos respondiendo a la pregunta, ¿qué es ser inteligente?


Valentía. Capacidad de crear, innovar y resolver problemas. Aprovechar el tiempo. Esfuerzo, trabajo y compromiso. Flexibilidad. Capacidad para lograr lo que la persona quiera con la mayor eficiencia posible. Ser feliz. Convertirse por voluntad propia en quien es y en quien podrá ser, asumiendo sus auténticas motivaciones, potencialidades y resolviendo a voluntad a partir de sus propias decisiones, siendo un verdadero protagonista de su propia vida.


Sin importarle lo que piensen, opinen o digan los demás.


Sí, creo que es por ahí.




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martes, 9 de septiembre de 2025

¿Qué decir?


Es un desafío, porque uno quiere decir algo que resuene, que inspire, que de alguna manera impulse el pensamiento ajeno para producir una elucidación conveniente.


Histórica, en lo posible.


Uno habla o escribe con ese anhelo, sintiendo que de alguna manera se lanza a las piruetas del simbolismo para lograr por fin una buena mortal.


Y caer parado.


Todo un desafío que surge de las entrañas, vaya a saber por qué.


¿Será que uno tiene una verdad esencial que debe lograr extirpar para sacar a la luz?


¿Habrá algo de eso en cada uno de nosotros?


¿O será simplemente una intención tan parlanchinezca como instintiva?


En cualquier caso, creo en las palabras que emergen por la convicción de que siempre por algo emergen y tienen algo que decir.


Así que uno escribe no tanto para decir cómo son las cosas, sino para escuchar.


Para leer luego y descubrir, con la esperanza de encontrarse por fin con cierto hallazgo.


Es humilde uno, entonces.


Mira vos.


Podría ser también engreído, un personaje que cree que se las sabe todas. Que tiene que escribir porque es su misión entregar la verdad al mundo.


Y por eso trae la luz, para iluminar la oscuridad.


Avivarnos.


Quién sabe en las profundidades qué tenemos que decir. 


Lo importante tal vez es hacernos cargo del auténtico pronunciamiento. Salir de la intrascendencia que supone el silencio para dejar el mundo como está. 


Y que cada uno diga lo suyo.



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domingo, 7 de septiembre de 2025

¿El pensamiento define la realidad?

En gran parte, sí.


Porque delimita y a la vez posibilita.


Es difícil que alguien llegue hasta una realidad que excede su pensamiento.


¿Puede suceder?


Sí, puede suceder.


Pero ahí entran cuestiones fortuitas, azarosas. Factores externos que actúan y pueden tocar a alguien como si fuera con una varita mágica, para que termine siendo esto o lo otro.


O termine viviendo esto o lo otro.


Eso existe también.


Lo fortuito, lo aszaroso, lo que en apariencias puede ser hasta milagroso. Pero no es lo habitual.


Lo habitual es que la persona se reduce o expande de acuerdo a su pensamiento, que la delimita indefectiblemente.


Es esa frase trillada. Si uno piensa que no puede, tiene razón. Y si piensa que puede, también tiene razón.


¿Por qué?


Porque la creencia impulsa a obrar en consecuencia y si el compromiso y la determinación es inquebrantable la realidad consecuente tarde o temprano aparece.


No es magia.


Es creencia, convicción, trabajo, esfuerzo.


Determinación.


Certeza de que los obstáculos y dificultades son tan circunstanciales como superables.


Es también por otro lado la alternativa de la excusitis, los brazos cruzados y la comodidad de la queja.


Que explica la imposibilidad.


Que no es ni más ni menos que el precio de la comodidad. 


En definitiva el pensamiento es crucial. Porque el cuento que nos contamos tiene una incidencia notable en la realidad que vivimos.


De ahí que si uno quiere tomar el toro por las astas lo primero que tiene que preguntarse es…


¿Qué cuentos me estoy contando?


Y ahí tiene para entretenerse un buen rato. Porque puede ver hacia qué finales lo llevan esos cuentos. Y si no es testarudo, caprichoso, necio y de mentalidad rígida e indomable, puede darse la posibilidad de reescribir esos cuentos para construir otros finales.


Y encontrarse tarde o temprano con las realidades que le plazcan.


Si prefiere maldecir a los factores externos, al país, los seres cercanos, la economía, o lo que fuera, puede validar los perores cuentos y quejarse a gusto en la realidad que le acontece.


Puede perfeccionarse en el arte de la queja, el auto engaño y honrar la debilidad que exhibe la supuesta imposibilidad.


En esos casos es preferible evitar que ese tipo de personas nos invite a tomar unos mates.


Porque corremos riesgo de que nos tire la basura encima. O de alguna manera nos exija ser cómplices de la farsa.


Y escuchar cuentos improductivos elucubrados por cómodos quejosos, que en vez de hacerse cargo y asumir su responsabilidad para tomar acciones, pretenden que el mundo les arregle la vida, es una verdadera pérdida da de tiempo.


Es preferible salir a caminar, tomar aire puro y disfrutar del sol.


En ciertos momentos elegir la soledad que nos aleja de toxicidad y nos invita a contarnos los mejores cuentos, es una excelente compañía. 


Porque, en definitiva, nuestra vida es esencialmente el cuento que nos contamos.



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