¿Qué aprendimos?
Buena pregunta.
Habría que indagar un poco…
Recuerdo en el colegio que con cierta frecuencia algún compañero de esos que creen más en la valentía que en la cobardía, preguntaba…
¿Y esto para qué nos sirve?
El profesor o la profesora solía contestar, algún día van a saber para qué les sirve.
Mí compañero y quienes atestiguábamos la situación teníamos una clara certeza de la circunstancia.
Nos quedábamos con las manos vacías.
Si nuestro Quijote no se doblegaba fácilmente e insistía, la respuesta era esencialmente la misma.
Ya van a saber cuando sean grandes para qué les va a servir esto.
La circunstancia favorecía que se fomente la silenciosa síntesis que surgía con convicción y que tragábamos en silencio…
Esto en verdad no sirve para nada.
El profesor o la profesora quizás bien intencionados y presos tal vez del sistema que les indicaba dar cierto contenido, hacía lo que podía para preservar el interés y la atención, pero esencialmente no lograba persuadir a la inteligencia que demandaba una racionalidad para el buen uso del tiempo.
Aquellas circunstancias es muy posible que suelan replicarse en ámbitos formales educativos y exigen revisarse para determinar el verdadero valor de lo que se procura enseñar y no dilapidar el valioso tiempo del profesor y los alumnos.
Si la sana pregunta requisitoria para qué sirve lo que se está dando, tiene una respuesta con argumentación razonable, debe darse. Si no la tiene y se cae en la evasiva, es porque la sospecha de la inutilidad encuentra su elocuencia.
Pero la vida no está como para andar malgastando tiempos ni hacer inefectivos los contenidos que se procuran enseñar.
La vida es exigente, y cada minuto que la gente puede destinarle a su educación es muy valioso y debe ser bien utilizado.
La verdad que iba a preguntarme qué aprendimos e iba a desplegar mis aprendizajes más elocuentes.
Que suponía aparecerían como un conejo al teclear párrafo a párrafo.
Pero quedé atrapado en aquellas vivencias que evidentemente debían abordarse en la escritura para su elaboración.
La palabra en verdad incide, construye y transforma la realidad.
Valga entonces no haber puntualizado los aprendizajes para darle lugar a este escrito que quede a la vista de todos con la sana expectativa de que haga su trabajo.
Y que la pregunta, para qué nos sirve lo que nos están enseñando, quede replegada para siempre porque generó las transformaciones necesarias y no tiene más lugar en los ámbitos educativos.
Todo gracias a esos niños Quijotescos que en vez de aceptar dócilmente el mundo desbarajustado, se hicieron cargo de la sana rebeldía para construirlo.
Así se hace.
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