¿Cuál es la certeza?
No hay certeza.
Sí, hay certeza.
No, no hay.
Bueno, veamos….
En algunas cuestiones hay certeza y en otras no.
¿Está bien así?
Puede ser, o es. Uno aprieta la tecla y se enciende la luz, o no?
Sí, salvo que esté quemada o no ande la electricidad.
O…
Bueno, pero esencialmente es así.
¿La pared esa es blanca o negra?
Blanca.
Punto.
En cambio en otras cuestiones la certeza es más escurridiza, anda como evadiéndose y nunca puede atraparse por completo.
Mirá vos.
¿A qué te referís?
A cuestiones más de disyuntivas existenciales. Tomo este trabajo o el otro. Me voy a vivir acá o allá.
Es esa señorita o la otra muchacha.
Qué sé.yo, probá y fijate. No te vas a quedar resolviendo las cuestiones existenciales en el enrosque cabeceano.
Soltá la cabecita y agarrá la realidad.
Y ahí vas viendo.
Tranquilito, pero atento.
Fijate qué sentís, si estás contento, qué te dicen las emociones.
Qué expresa el cuerpo.
A dónde están en verdad las ganas.
Dónde querés quedarte y dónde es mejor que huyas cuanto antes.
En definitiva, quién sos auténticamente.
Eso se resuelve más confrontando con la realidad que indagando en la reflexión, que obviamente puede servir para orientar pero no define.
Más bien puede paralizar y embaucar. Darnos la razón aunque no la tengamos.
Es como una presunción, en el mejor de los casos.
La experiencia es quien lleva la batuta y te dirá si es por ahí o es mejor frenarse, doblar en la esquina o lanzarse a algún firulete.
Vaya uno a saber.
Pero certeza, lo que se dice absoluta certeza. Certeza unívoca e infalible.
No.
Esa, en ese tipo de cuestiones, siempre se le escapan a la cabeza y con suerte y atención las atrapa la experiencia y el corazón.
Suerte.
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