Los pies para adelante
Hace tiempo siento que percibo a alguien que va con los pies para adelante.
Lo advertí hace mucho en ciertas circunstancias. Cuando uno lleva la curiosidad del niño lo ve todo, hasta lo que creía no observar.
Pero no vayan a creer ustedes que estoy en la platea apuntando con el dedo al otro y ofreciendo sentencia.
Yo mismo estuve en algún momento de mi vida con esa disposición de ir con los pies para adelante y si avancé fue por un sutil descuido o el empujón que me dio otro.
Impulso a veces necesario para proceder, enfrentarse a la incertidumbre y transitarla hasta el final. Hasta llegar a la nueva realidad que amplió nuestro mundo.
Ahora estoy en otros vericuetos que me permiten ejercer la influencia. Por eso estoy atento, siempre listo a dar el empujón.
Debo reconocer que no es fácil.
El otro muchas veces tiene los pies arraigados al suelo. No están solo inclinados contra adelante, sino que se encuentran tan aferrados que parece muy difícil moverlos.
En otras situaciones es más fácil, es como que uno empuja un poquito y ya va. El otro enseguida marcha.
Es por este tipo de procedencias que parece conveniente fijarnos cómo tenemos los pies, si hacen obstáculo para dejarnos en el lugar de siempre o están bien dispuestos para avanzar y llevarnos a la nueva realidad.
Siempre es bueno ver primero esto, observarnos para discernir sobre un propio diagnóstico que nos permita hacer los ajustes convenientes necesarios.
Luego sí, rodearnos de quienes nos empujan hacia mejores mundos y estar siempre dispuestos a empujar.
Lo advertí hace mucho en ciertas circunstancias. Cuando uno lleva la curiosidad del niño lo ve todo, hasta lo que creía no observar.
Pero no vayan a creer ustedes que estoy en la platea apuntando con el dedo al otro y ofreciendo sentencia.
Yo mismo estuve en algún momento de mi vida con esa disposición de ir con los pies para adelante y si avancé fue por un sutil descuido o el empujón que me dio otro.
Impulso a veces necesario para proceder, enfrentarse a la incertidumbre y transitarla hasta el final. Hasta llegar a la nueva realidad que amplió nuestro mundo.
Ahora estoy en otros vericuetos que me permiten ejercer la influencia. Por eso estoy atento, siempre listo a dar el empujón.
Debo reconocer que no es fácil.
El otro muchas veces tiene los pies arraigados al suelo. No están solo inclinados contra adelante, sino que se encuentran tan aferrados que parece muy difícil moverlos.
En otras situaciones es más fácil, es como que uno empuja un poquito y ya va. El otro enseguida marcha.
Es por este tipo de procedencias que parece conveniente fijarnos cómo tenemos los pies, si hacen obstáculo para dejarnos en el lugar de siempre o están bien dispuestos para avanzar y llevarnos a la nueva realidad.
Siempre es bueno ver primero esto, observarnos para discernir sobre un propio diagnóstico que nos permita hacer los ajustes convenientes necesarios.
Luego sí, rodearnos de quienes nos empujan hacia mejores mundos y estar siempre dispuestos a empujar.
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