Las palabras
Estoy últimamente muy dispuesto a escribir y decirlo todo. Hay una fuerza invisible que tal vez me impulsa y me hace teclear los párrafos que después leo.
Aunque en verdad lo que hago es dárselo a alguien cercano y preguntarle qué dice.
No soy yo un escriba que recibe una orden telepática y teclea según un dictado preciso. Apenas me dispongo a escribir y avanzo casi siempre sin saber qué pasa.
Tengo suerte.
Muchas veces creo que algo de lo escrito valió la pena. A veces es un párrafo, la idea, o tan solo una palabra.
Hay palabras que parecen olvidadas y gracias tal vez a un humilde escrito son rescatadas y vuelven a la superficie.
¿Por qué me pone tan contento por ejemplo eso?, no lo sé.
Quizás esa palabra olvidada y revivida algo nos quería decir. Solo resta que la escuchemos, que la observemos y le prestemos algo de atención.
Cuando las palabras aparecen es conveniente atenderlas, sino creo en verdad que no irrumpirían. Se quedarían en la dimensión de las palabras y nosotros no tendríamos noticias de ellas.
Es más, no sería de extrañar que exista un cementerio de palabras y que aquellas palabras en desuso estén pensando que jamás serán rescatadas.
Cuando muere el ser humano, mueren también las palabras que podría traer al mundo. Esa pérdida es también irreparable, porque lo que tenía por decir podía quizás contribuir y ayudar a incidir positivamente en la realidad, y en el ser humano.
Es extraño pensar que cuando me muera mis palabras seguirán haciendo lo suyo.
Tengo una suerte de convicción inobjetable sobre la influencia que ocasionarán.
Se ve que confío tanto en ellas que no tengo dudas que harán muy bien su trabajo.
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