Soltarse
Hace algún tiempo creo que algo escribí al respecto, debe ser cierto que uno da vuelta sobre los mismos temas o inquietudes.
Vuelve como en un reintento de desanudar la madeja y liberarse para siempre. Desentendiéndose por fin del entuerto.
Entuerto que cobra distintas formas y se transfigura. Es como un ovillo con muchas puntas, uno al escribir tira.
Tira y saca.
Tira y saca.
Busca desanudar como fuera para irse desatado a vaya saber dónde, pero a alguna parte seguro.
Por eso uno busca, tira, da vueltas, desata.
Y se enrieda.
Por que nadie está excepto de meter mano y en vez de desembrollarse, quedar más anudado a pesar del intento.
Dicho esto, continúo.
Digo que no he dicho todo lo que tendría por decir. Que no he hablado como Dios manda, con la boca abierta, sin el menor de los titubeos.
Desatado.
Bien desatado.
Eso le decía el otro día a alguien cercano que me conoce más que nadie.
No lo he dicho todo, me confesé apesadumbrado, como entregando la intimidad de la certeza. Sabiendo que cierto espíritu tal vez cobarde y acomodaticio me ha restringido, persuadiendo a mis palabras a transfigurarse, atenuarse, menguarse, o lo que es peor, replegarse.
No es así, escuché. Justo vos. Lo has dicho todo.
Sentí que la aseveración era un consuelo pero no resolvía la cuestión del asunto.
Lo sé muy bien porque aquí estoy, dándole vuelta a los temas.
Inquieto y aún anudado.
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