lunes, 10 de junio de 2024

La burda técnica de la omisión


Nunca se me había hecho tan evidente la burda técnica de la omisión. Si no fuera por el susodicho de turno quizás me hubiera muerdo dejándola desapercibida. 

Pero al manifestarse con semejante elocuencia no puedo más que inquietarme ante la materia para observarla y escrutarla.

Cuando algo inquieta no sé por qué siento la disposición a abordarlo para comprenderlo, dilucidarlo y elaborarlo.

Seguramente con esta extraña intención de elevar el nivel de conciencia, dilucidar las estratagemas de la vida para procurar la mayor efectividad posible o sobrellevar mejor las circunstancias que fueran.

La omisión puede ser una técnica interesante si se maneja con cierta destreza, y puede ser también una técnica burda y chapucera si eso no ocurre.

Como en mi caso.

Es decir, como en el caso de un susodicho cercano que cree que el resto son unos tarambanas que no advierten nada y se compran cualquier buzón.

Yo pensaba que el hombre susodicho era inteligente, pero apenas le di la posibilidad de dignificarse haciéndose cargo de quien es, me encontré con un farsante que no puede hacerse cargo de ninguna verdad ni de ninguna decisión relevante que al consultarle lo aqueja, y no hace más que esforzarse en sostener la mentira para salir airoso del piedra libre elocuente que desnudar la mentira.

Claro que el hombre tiene derecho a pensar que la omisión como técnica férrea no es descubierta por los que supone tarambanas por no decir pelotudos.

Y tiene también derecho a aferrarse a la mentira y ejercer como farsante toda su vida.

Pero debería apiolarse alguna vez, darse cuenta que no es el más pillo de todos, y saber que la omisión descarada siempre es descubierta.

Aunque otro susodicho mire para otro lado y permanezca en silencio como si no advirtiera nunca nada.


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