sábado, 22 de junio de 2024

La mentira

 

Apelar a la mentira o sus variantes como la omisión revela con evidencia la inconsistencia de la persona que esencialmente no se puede hacer cargo de lo que hizo o hace.


¿Por qué?


Porque evidentemente en la profundidad de su ser sabe que lo que hizo o hace está mal de modo que prefiere recurrir a la trampa del engaño para no encontrarse con su verdadero ser.


Adopta entonces la omisión y la mentira, que sucedáneamente se sintetizan en ejercer el engaño.


En general el mentiroso se cree más vivo que los demás, tiene la infundada convicción de que el resto no se da cuenta, no lo percibe y quedan debidamente embaucados.


Esa suposición generalmente fallida es la que quizás lo sostiene en la treta y hace que no suelte la mentira ni esa forma de estar en el mundo que es esencialmente haciendo equilibrio en la farsa. 


Y honrando la falsedad de su propia vida.


Suele ocurrir que el entorno del mentiroso se apreste a la farsa, esencialmente para evitar problemas y no lidiar con el enojo del susodicho. Pero esa lógica no favorece a que el mentiroso cambie de posición, porque genera el efecto de que crea que el resto le cree, cuando la única verdad es que el resto se hace el distraído.


En esencia el hombre mentiroso es un pobre hombre que no puede hacerse cargo de sí mismo, vive una vida de falsedades y fomenta relaciones inauténticas caracterizadas esencialmente por simuladores que lo rodean y lo único que les interesa es llevarse bien para lograr sus fines mezquinos.


El mentiroso en el fondo subestima a los otros suponiendo que no se dan cuenta de nada y se cree el más vivo de todos, el más astuto. El que apelando a la bajeza de la mentira siempre se sale con las suyas.


No se da cuenta que en verdad es un pobre hombre que no puede hacerse cargo de sí mismo.


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