2020
Podría ensayar una enumeración de hechos que revelen con mayor o menor precisión mis aconteceres relevantes de 2020.
Y podría a la vez referirme a las cuestiones de orden público que en mayor o menor medida conocemos todos y marcaron para siempre este bendito o maldito año.
No voy a hacerlo.
Lo primero porque no me gusta subir al escenario y que me apunten las luces.
Protagonista con candilejas no.
Lo segundo porque me aburre antes de comenzarlo.
Entonces para serles absolutamente sincero, para serles realmente franco, no sé qué escribiré. Aunque como siempre, tengo fe.
Los párrafos se abren camino ante el escriba que avanza decidido y la escritura es esencialmente generosa con quien la respeta y se brinda a jugar con ella.
El 2020 como cualquier año no depende de lo externo, depende de nosotros mismos.
Pero...
No hace falta decir que tal o cual cosa es claramente negativa, un despropósito o una calamidad.
Que la vida ha cambiado quizás para siempre.
Y brindarse a fundamentar con razón la perspectiva.
Eso ya lo sabemos, nada novedoso trae.
Pero el año no depende del afuera, depende de uno mismo, de sus creencias y su capacidad para crearlo.
Uno puede derrumbarse en el sillón, caer en la depresión y aquietarse en la inacción que aduce los malos tiempos para justificar el fracaso o comprender la desdicha.
Pero puede también saber que somos tiempo y lo de afuera que se impone es lo que nos toca, no lo que nos determina.
Eso habilita a la acción, a hacer camino, a honrar la existencia.
No hay que renegar y maldecir las cartas echadas. Hay que agarrarlas y jugarlas.
Así que no me vengan a mí a lloriquear como seres incapaces e imposibilitados gritando a los cuatro vientos que el 2020 fue un año de mierda.
Para muchos claro que lo fue, de eso estoy seguro.
Pero no fue así para todos.
Para quienes no se dejaron determinar por las circunstancias externas ni sucumbieron en la negatividad, siguieron haciendo camino, y se comprometieron con la acción que conduce a resultados que crean la realidad...
Para muchos de ellos, que construyeron sus días, fue un año bueno.
Muy bueno.
O extraordinario.
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