sábado, 12 de diciembre de 2020

El hombre depresivo


Es cierto que nos habitan distintos hombres y que debemos estar atentos a la injerencia y preponderancia de ellos.

Debido a la conveniencia de advertirlos y de alguna manera disciplinarlos, hacemos bien si estamos atentos, con el propósito de que no se pasen de la raya y terminen arrastrándonos a circunstancias o situaciones anímicas tan improductivas como indeseables.

Es por eso que hay que estar expectantes, alertas. Distraídos quizás en los procederes de la cotidianidad que fueran, pero en guardia.

Si nos dejamos estar o nos desatendemos de cualquier indicio o avance de uno de los hombres que tenemos dentro nuestro, podemos ocasionarnos serios perjuicios y terminar maniatados a situaciones que no nos benefician.

Eso hace que estamos alertas al hombre depresivo que suele estar al acecho y quizás no pierde la posibilidad de manifestarse. Si no lo percibimos, si estamos desatentos, puede avanzar sigiloso primero y luego imponerse con determinación innegociable.

Ese es el riesgo.

De ahí que conviene mantener la guardia, con la intención de que si va a proceder, no encuentre terreno fértil y allanado para arrastrarnos a sus propósitos. Porque si avanza sin darnos cuenta y se despliega sin titubeos podemos quedar entrampados.

Sin ganas de hablar, movilizar el cuerpo, ni hacer nada productivo que en síntesis revele con las circunstancias que fueran la extraordinaria dicha de estar vivos.

De manifestarnos en la existencia.

No quiero decir que hay que taparse los ojos y oídos para cerrarle de una vez y para siempre la puerta en la cara al hombre depresivo.

Tal vez, si golpea, abrir un poquito la puerta sirve para escucharlo.

Seguramente algo quiere decir, sobre algo advierte. Hay alguna cuestión quizás menor o mayor que merece ser atendida, que reclama decisiones más o menos importantes. Y requiere ciertas determinaciones para construir una nueva realidad.

Pero no se trata de quemar todas las naves. Poner un punto final a cada uno de los párrafos de la vida.

Quizás algún punto final hay que poner, pero no a todo.

Tampoco hay que dejar doblegarse y quedarse callado. Tirándose en el sillón como un hombre vencido.

Lo mejor es estar vigilante y escuchar desde el primer momento en que el hombre depresivo quiere expresarse. Ver si en verdad tiene algo oportuno para decir, que requiera análisis y reflexión.

O solo quiere salirse con la suya y arruinarnos.

Estemos atentos.

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